Un texto que todo paraguayo, argentino, uruguayo
y brasilero deberían leer para tenerla clara
A continuación, una transcripción exacta de un
mail recibido, merece difusión y este espacio:
RESPUESTA A LA DIATRIBA DEL DIARIO LA NACIÓN DE
BUENOS AIRES
El diario “ La Nación ” de Buenos Aires
cuestionó ayer en su editorial a la presidenta electa de Argentina Cristina
Kirchner por defender la figura de Francisco Solano López y a las FF.AA. de su
país por poner el nombre del mariscal a un grupo de Artillería.
En su edición de ayer, el diario “ La Nación ”
de Buenos Aires publicó un editorial con el título “Absurdo tributo a un
dictador”.
En la nota cuestiona el hecho de que el Grupo de Artillería Blindada 2 de Rosario Tala, Entre Ríos, haya adoptado el nombre
de “Mariscal Francisco Solano López”. “El Ejercito argentino ha reconocido el
14 de setiembre último, presuntos méritos extraordinarios a quien, como mandatario de Paraguay, dispuso, en 1865, la invasión del
territorio argentino, provocó enormes daños, muertes de inocentes y el
cautiverio de mujeres correntinas que soportaron crueles sufrimientos por su orden”, señala un párrafo del
editorial.
Sostiene, además, que no es de extrañar que se
haya adoptado tan absurda determinación, que pone una vez más en evidencia
hasta qué punto se ignora maliciosamente la historia, cuando la propia
presidenta electa, Cristina Fernández de Kirchner, ha señalado hace unos días a
López como “ese gran patriota, humillado por lo que yo llamo la alianza de la
triple traición a Latinoamérica, a sus hombres y a sus mujeres”. Lo grave para
el p
eriódico es que al expresarse Cristina de esta
forma, con tono de arenga, parecía que hablaba en nombre de todo el pueblo
argentino.
El diario “ La Nación ” fue fundado en 1870, al
término justamente de la guerra de la triple alianza, por Bartolomé Mitre,
quien comandó el ejército aliado contra el Paraguay.
“La denominación de Mariscal Francisco Solano López
a una unidad militar de un país cuya bandera el dictador pisoteó es tan absurda
como inadmisible sería que Francia o Polonia llamasen Adolf Hitler a uno de sus
regimientos”, compara en otro párrafo la nota editorial.
Indica que expresiones de la señora Kirchner y
decisiones como la del Ejército no contribuyen a las buenas relaciones entre
pueblos hermanos.
RESPUESTA DEL DR. RUBÉN LUCES LEÓ
RESPUESTA A LA DIATRIBA DEL DIARIO LA NACIÓN DE
BUENOS AIRES
Me resulta imposible mantenerme en silencio,
cuando la indignación golpea mi conciencia. Callarse ante la infamia es hacerse cómplice de
ella y eso no es falta de coraje sino cobardía.
Hay momentos en la vida de los hombres que el
desafío es irrenunciable y avasallador. Momentos en que la provocación mueve a
la reacción y acallarla ya no es cobardía sino traición.
Hace 46 años que vivo en este país y siempre he
pensado lo mismo, pero nunca como hoy me he visto en la necesidad de gritar a
los vientos, una verdad que mantenía la quietud que le impone la prudencia y
que no se agitaba por la sensatez que obliga la cordura cuando se está en casa
ajena además del respeto que merecen aquellos que por no conocer ni ser
responsables pueden sentirse mortificados sin merecerlo.
En momentos de agitación, enfrentamientos,
sangre y muerte en la Argentina, Francisco Solano López hijo del presidente del
Paraguay Don Carlos Antonio López, y luego de la batalla de Cepeda en la que
Mitre ve derrotado a su ejercito por el de la Confederación al mando de Gral.
Urquiza; el que seria luego presidente
del Paraguay, como mediador voluntario. oficioso
y eficiente, logra imponer la paz con el Pacto de San José de Flores, en cuya
plaza en la actualidad se recuerda el memorable acontecimiento. Por el
resultado de su gestión fue ovacionado el entonces Coronel Francisco Solano
López por la población agradecida de Buenos Aires, cuyos habitantes a su paso
le arrojaron flores.
El pacto que conformaron Uruguay, Argentina y
Paraguay, para defenderse mutuamente ante la evidente pretensión expansionista
y avasalladora del Brasil estableció el compromiso para el caso en que
cualquiera de ellos fuera víctima de la pretensión lusitana.
Ninguno de los otros dos ni el Uruguay de
entonces ni la Argentina respetaron esa obligación y solamente el Paraguay con
su presidente Francisco Solano López, con dignidad, entereza y hasta con
ingenuidad; con esa inocencia que parecen tener aquellos que son respetuosos y
fieles a sus principios en medio de la traición generalizada por él desconocida
acudió presuroso a defender al Uruguay cuando el Brasil lo atropelló en Paisandú.
Sin embargo la Argentina con Bartolomé Mitre
como su presidente y Venancio Flores, depuesto y asilado uruguayo en Buenos
Aires, implorante y rastrero personaje, ya hacia algún tiempo habían dete
rminado juntarse con el Brasil en el Tratado
Secreto de la Triple Alianza para someter al Paraguay: pacifica, prospera y
brillante nación señera y ejemplar en toda América.
Con la candidez que tiene el probo y por
desconocer las traiciones que se habían urdido en su perjuicio sigilosamente,
el Presidente del Paraguay alerta a Mitre del atropello brasileño y solicita
permiso para atravesar con sus ejercitos el territorio Argentino con la
intención de defender al Uruguay. Mitre guarda cobarde silencio y no contesta.
Por segunda vez vuelve a advertir López y
solicita la correspondiente autorización para atravesar Corrientes y de nuevo
el silencio artero del Presidente Mitre hace a todas luces evidente el
contubernio y la confabulación traidora.
Ante el compromiso asumido, frente a la dignidad
del pacto y en defensa del Uruguay, la mudez cómplice y tramposa de Mitre
precipita los acontecimientos, López no tiene otro camino mas que ingresar en
territorio argentino para llegar hasta el Uruguay, que era su único objetivo.
Mitre con indignación actuada y desbordante hipocresía se rasga las vestiduras
y declara la guerra al Paraguay, por la invasión militar del territorio
argentino.
Para los que entonces desconocían los detalles
ocultos de los acontecimientos y ante el hecho de la penetración de tropas
paraguayas, pudieron ver justificada la indignación del Gobierno argentino.
Pero cuando posteriormente se conoce el Pacto secreto de la Triple Alianza
firmado por los tres países con a
nterioridad a estos hechos, más la inequívoca
intención de López de ir en defensa del Uruguay, le resta todo respeto y
consideración a la actitud argentina asumida por decisión de su gobierno, de
manera aviesa.
Sin embargo, se levantaron voces de genuinos
representantes de la opinión pública que veían con claridad la injusticia de la
traición ventajera y cobarde de los tres gobiernos.
Protestas como la de Juan Bautista Alberdi, José
Hernández, Carlos Guido y Spano, los caudillos de masas que se negaron a ir a
la guerra y muchos mas, reconfortan y dejan a salvo el honor del pueblo
argentino quien hablaba con ésas voces expresando su indignación. Ellas redimen
a un pueblo que no aceptó la guerra, pero cubre aun más de ignominia y
responsabilidad a su gobierno que siguió durante 5 años la masacre y el
exterminio de todo la población, incluyendo sus mujeres, los ancianos y los
niños.
Sus huestes mercenarias alentadas y hostigadas
permanente por el estipendio y las manifestaciones petulantes e impías de su
presidente Domingo Faustino Sarmiento quien sin disimulos manifestaba su
desprecio y crueldad hacia ese pueblo devenido en ejercito al que no pudo
doblegar, decía sin ambages: “... aun quedan unos pocos que morirán bajo las
patas de nuestros caballos... ...No llama a compasión ese pueblo rebaño de
lobos”, o su otra expresión mas canalla aun “... a los paraguayos hay que
matarlos en el vientre de sus madres”.
Ya la guerra estaba terminada, los aliados
tomaron Asunción, nombraron un gobierno sometido y elegido por ellos con paraguayos traidores que
habían llevado consigo en sus barcos para la invasión.
Continuaron luego, inútil ya, la matanza de un
pueblo que honrando su decisión prefirió morir a darse por vencido; pero ellos
junto a sus infames aliados no pudieron alzarse con la victoria porque al
Paraguay no lo vencieron, ¡lo mataron!, y matar al enemigo ya superado e
indefenso no es victoria sino asesinato.
Pelear contra niños, mujeres y ancianos, con
ventajas y hasta el exterminio, es honorable y glorioso solamente para los
muertos víctimas del crimen de lesa humanidad que con toda impunidad los
argentinos, los brasileños y
los uruguayos, conscientes plenos y sin
conmiseración, llevaron hasta el final en su macabra e inhumana decisión de
eliminar a un pueblo heroico, al que no le asustó la muerte.
Ofender la memoria de mi pueblo en la persona de
su máxima autoridad y representación, no tiene disculpa con ninguna excusa.
Comparar al mariscal con Hitler tiene una
perfidia imperdonable. El editorialista del diario La Nación no puede alegar
desconocimiento o ignorancia.
Hitler exterminó judíos y los persiguió hasta
morir, invadió países vecinos, intentó imponer una ideología y someter al
mundo. El mariscal López y la nación paraguaya nunca tuvieron intenciones
expansionistas con ninguna excusa, jamás ha objetado la presencia de ningún
semejante por su raza, religión, condición o procedencia, fue y es cauto,
moderado y hasta resignado ante el fracaso de imponer sus derechos y disputar
sus posesiones frente a la ambición de los vecinos, como lo es hasta el
presente.
Siempre ha sido atacado y despojado a lo largo
de toda su historia y en la guerra del 70 ha sido masacrado sin piedad hasta el
exterminio. Hitler atacó a los países de su entorno. López defendió al suyo del
ataque y la ambición de sus vecinos. Hitler se suicidó. A López lo mataron
porque no pudieron doblegarlo.
Alemania se entregó y se declaró derrotada. Al
Paraguay nunca lo vencieron, lo eliminaron. No se rindieron; por eso los
cobardes invasores no ganaron la guerra. El Paraguay no se entregó. ¡Terminó la
guerra cuando el Paraguay murió!.
Finalmente el ignominioso comentario del diario
La Nación aclara: que los Ministerios de Educación de los países involucrados
“han decidido morigerar los términos ríspidos de la historia como para
disimular los enconos”.
¡Absurda pretensión de inicuos continuadores sin
arrepentimiento de hechos injustificables del pasado!.
¿Que significa esto?:
¿Ocultar la masacre de niños en Acosta Ñu,
quemados en vida y degollados?.
¿Obviar la mención de la quema del Hospital de
Sangre de Piribebuy?.
¿No mencionar el asesinato absurdo y ruin de
Pedro Pablo Caballero y de los defensores de Piribebuy?.
¿El saqueo de Asunción?.
¿No considerar el despojo y desmembramiento del
territorio del Paraguay luego de la guerra, concretado con el acuerdo cómplice
del gobierno compuesto por traidores legionarios nombrados por los mismos
invasores y al efecto, los que llegaron con ellos desde Buenos Aires?.
¿Afirmar que nuestra Región Oriental terminaba
en el Río Apa al Norte y nuestro Chaco al sur en el río Pilcomayo y que así fue
siempre desde tiempos remotos?.
¿No contar a nuestros niños que si no fuera por
la mediación del Presidente Rutherford Hayes de los Estados Unidos todo nuestro
Chaco hubiera sido arrebatado por la Argentina ?.
¿Y que esta sin más remedio y a duras penas, por
la tremenda presión que significaba el acatamiento del fallo arbitral tuvo que
conformarse únicamente con despojar al Paraguay y apoderarse del territorio que
hoy le llaman Formosa?.
¿Disimular y no contarle a nuestros hijos que
incendiaron y destruyeron las industrias de la nación, arrasaron con las
fundiciones de Ibycui, e hicieron todo lo necesario para que el Paraguay se
sumiera en la miseria y en la imposibilidad de recuperarse sin ninguna
necesidad y de manera inútil para ellos?.
Y por último: ¿debemos negar acaso, que frente a
una sola víctima, para sentirse fuertes, reunir coraje, tres cobardes gobiernos
se juntaron para salir de caza, asaltar al Paraguay y buscar un botín?.
Hoy mas que nunca y frente a los hechos
actuales, con esta provocación que reaviva mi memoria y me llena de
indignación, creo firmemente que de manera oficial y publica, como una vez lo
hiciera, con humildad, el papa Paulo VI por la Inquisición que causó tanta
muerte y sufrimiento, la Argentina debe reconocer la injuria y pedir perdón al
Paraguay por el irreparable crimen.
Pero el arrepentimiento y la súplica del perdón
carecen de valor si se limita solamente a su invocación; eso no le confiere mas
que un mérito formal a la aceptación de una verdad difícil de rebatir y
ocultar.
Para que sea otorgada la absolución debe
cumplirse tres condiciones por parte de quien la implora: El reconocimiento de
la culpa. El propósito de enmienda y la reparación del daño ocasionado.
El reconocimiento lejos esta de la aceptación
por parte de algunos como se evidencia en el articulo del diario La Nación de
Buenos Aires.
El propósito de enmienda se halla tan distante
de su cumplimiento como aquel, evidenciado en la pertinaz conducta del
apoderamiento de nuestros recursos que tiene y luce el mismo ímpetu destructivo
de la masacre de la Triple Alianza , en esta nueva guerra sin balas, por las
represas de Yasyreta e Itaipú, con los mismos invasores de entonces: Argentina
y Brasil,
Y la reparación del daño está más lejos todavía.
El despojo que amputó nuestro territorio, concretado vilmente cuando los que
defendieron la integridad y la honra de la nación, que eran los únicos
que podían oponerse, ya no pudieron porque sus
cadáveres aun frescos estaban caídos en el callejón de sangre que corre desde
Paso Pucú hasta Cerro Corá, y no podían levantarse para gritarles la injusticia
del despojo inicuo... ¡Eso merece reparación!.
Considerando, entre otros, la intencional
aniquilación de la guerra consumada por tres “valientes” aliados, con el
propósito de apoderamiento y exterminio de su pueblo; la destrucción de sus
recursos y la complicidad de traidores legionarios que avalaron con su
complacencia los despojos. Concluyo con convencimiento honrado y absoluto:
Si la Argentina tiene suficientes razones, el
Paraguay tiene mayor cantidad de argumentos para reclamar la restitución de los
territorios arrebatados que las que tiene la Argentina para demandar a
Inglaterra las Malvinas.
Aprecio a esta nación en la que vivo, pero a la
Nación Argentina que me reconforta, la de Juan Bautista Alberdi y la de los
nombrados mas arriba, a la de los caudillos de la provincias que se opusieron a
la guerra, a la de los que pidieron justicia, e incluyo entre esos nombres a
José María Rosas, a Garcia Mellid, historiadores argentinos contemporáneos.
Agrego a esta lista a la presidente electa de los Argentinos: Sra. Cristina
Fernández de Kirchner que alivia con su gesto y con la claridad de su expresión
el dolor memorioso e imborrable de mi pueblo.
Rubén Luces León
Médico
Residente en la ciudad de Buenos Aires
Argentina."
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