Como paraguayo por adopción hace ya casi tres décadas en este hermoso, caluroso y quilombero país (lo de quilombero va con cariño... además históricamente el quilombo es todo menos un insulto) quiero manifestar mi total solidaridad con los comunicadores paraguayos -y extranjeros- que independientemente de sus preferencias políticas, desde los medios donde ejercen, trabajan, pelean o han peleado por abrir, generar y defender espacios destinados a divulgar o dar a conocer la genuina cultura paraguaya en toda su diversidad, como corresponde. Aún sin ser francamente un asiduo seguidor de la televisión ni nacional ni general (mi conexión al cable y al DVD se justifica en mi amor por el cine; y los programas nacionales de opinología imbécil, sean de quien sean, llámense Humberto, Peralta o Mina, me enferman… aun así defendería su derecho a existir y persistir, porque aunque sea por oposición –y asco- movilizan la necesidad de mantenernos en estado alerta, conocer la argumentación derechistosa para debatir y rebatirles sus canalladas y todo ese absurdo folclore conserva que promueven… pero mientras ¡prefiero ver competencias de karaoke en el canal coreano!...), creo que la misma ya es lo suficientemente chatarra como para permitirse censurar espacios que proponen una mirada diferente desde la cultura más profunda y más remota, hasta la contemplación meramente paisajística de la belleza y riqueza que tiene este país. No puedo referirme a los programas censurados, porque estaría mintiendo si ahora saliera con que eran lo único que me mantenían pegado a la TV. Pero creo sinceramente que si hubo algo verdaderamente valioso en nuestros espantosos y aburridos canales de televisión han sido precisamente estos espacios paraguayos que ahora son desechados como la basura que nunca, en comparación a la programación restante, han sido. Terrible ironía, que lo verdaderamente desechable termine desechando a lo que no era bajo ninguna circunstancia desechable. Creo que constituye un atentado asqueroso, invasivo, insolente e inclusive de un alto grado de peligroso terrorismo cultural intolerable por parte de cualquier mequetrefe de cualquier nacionalidad (incluso paraguaya, porque al fin y al cabo estos manoseos son posibles porque los permiten y propician los propios empresarios y directivos paraguayos del canal, cuya naturaleza ha sido siempre la de lamec…) pretender hacer a un lado estos espacios en lugar de fomentarlos, invertir en ellos y mejorarlos como producciones con más recursos etc etc etc. Aún así, me preocupa también que sucesos repugnantes y despreciables como este disparan y exaltan, como veo con decepción incluso en un espacio diverso, de libre expresión y de ideales progres como este, irracionales sentimientos de un chauvinismo francamente hediondo, que como todo nacionalismo exacerbado y sin conexión con el cerebro implica una auto-lamida del ombligo patriotero (por no decir algo peor) y dispara el blanco encapuchamiento triple K contra todo lo que es extranjero. La defensa de la cultura paraguaya –y de toda cultura- no debe ser nunca un ataque y una guerra contra las demás culturas. Debe ser sí siempre una guerra sin cuartel contra toda clase de in- y de a-culturación, que en definitivas es la guerra que viene librando y ganando la derecha no solo a nivel continental, sino mundial. En mi país de origen, Chile, el gobierno ha decidido que materias como Historia y en general las de Humanidades están demás y que “no sirven” a los chicos en su desarrollo en pos del mundo globalizado. Incentivan las matemáticas y la formación electrónica y rápida… para que los chicos salgan listos a ser conectados a computadoras y servir al mercado. Para dejar de ser personas y pasar a ser mercancías con fecha de vencimiento no hace falta pensar mayormente. Este criterio de imbecilización no es un invento criollo, sigue al pie de la letra al sistema de imbecilización practicado en Europa y en los Estados Unidos. Para terminar y no aburrir más a quienes han soportado leer mi perorata hasta este punto, creo que en este país generoso vivimos muchos extranjeros que hacemos todo menos pisotear, despreciar ni invadir la cultura, sino por el contrario trabajamos y apreciamos, participamos y aprendemos respetuosamente de y con ella, con la convicción de que ella sumada a la propia que uno arrastra en los genes lo único que hacen es sumar, sumar, sumar y enriquecer… jugar el juego del intercambio no solo es entretenido, además es profundamente formativo. El imbécil de Pizarro no es un imbécil por ser argentino, es un imbécil porque no le da para más. Cabría analizar el origen de tanta imbecilidad, es cierto, pero estoy seguro de que no la encontraremos en su “argentinidad”. Ni aún si él mismo cree que es superior por ser argentino, ni porque nosotros creamos esa retorcida visión de las cosas. No importa si la piel de su trasero es kurepa, bolita, brazuca ni koreko. La imbecilidad es graciosa y generosamente universal. Creo que si vemos el historial mediocre del tal Pizarro (cuestión de revisar esos espectaculares resúmenes que los muchachos estuvieron intercambiando últimamente vía youtube), un don nadie en sus propios terruños, sus acciones hablan incluso con fundamento (es un nazi mediocre hasta el tuétano). Pero también son mediocres quienes aquí mismo, desde su más profunda nacionalidad criolla, con pleno o mediano dominio del jopara y con tereré en la mano, lo contratan con sueldo, lujos y atributos de intocable y profético mesías. Cuando en nuestros respectivos países permitimos que alguien nos pueda someter con sus propios grados de imbecilidad, debemos primero analizar cómo hemos llegado a eso, qué nos ha pasado... Para empezar, ¿qué nos hizo creer que semejante disparate con patas vendría a revolucionar a la TV nacional…? Lo que quiero decir es que en Paraguay también abundan los imbéciles bien genuinamente paraguayos, indiscutiblemente nacidos aquí… Yo iría a la marcha y al escrache en defensa de la cultura y en contra de la prepotencia, de la explotación y de la imbecilidad; no iría en contra de un kurepa, no iría en contra de una nacionalidad. Las autoridades paraguayas del canal son tan (ir)responsables como ese absurdo nazi bizarro. La explotación de la clase trabajadora no es necesariamente importada. Es plenamente ejercida aprovechada por exaltados y vociferantes patriotas que incluso no pocas veces se escudan detrás de precisamente ese personal especialmente contratado para realizar estas faenas, ya que su grado personal de mediocridad y cobardía no les permite siquiera mostrar la cara. Entonces es más fácil esconderse detrás de la basura importada para la ocasión... Al final, como ocurre muchas veces (quienes hemos pasado parte importante de nuestras existencias, y desde su fundación misma, en un medio como La Nación lo hemos vivido de cerca) también recibirán la patada en el culo cuando a los acaudalados empresarios locales ya no les sean más útiles. La creencia de que todo lo malo viene de afuera es de un chauvinismo en suma peligroso y ha conducido a la humanidad a masacres, genocidios y toda clase de atrocidades, y delata por demás un grado terrible de ceguera e imbecilidad (disculpen la cantidad de veces que repetí esta palabra, pero creo que es la palabra del día). Esa idolatría a un grado onanista del ser nacional hace suponer que el mismo ha sido de una pureza casi divina, angelical, hasta que de pronto vino lo extranjero para ensuciarlo y corromperlo. Todos los latinoamericanos tenemos una historia casi igual de trágica, en diferentes circunstancias y épocas, y no veo por qué unos deban sentirse superiores a los otros. La lucha contra la explotación y los atropellos de todo tipo es la que distingue a la humanidad, porque ataca el origen mismo del problema. No es para ir a gritar consignas contra los kurepas, no tiene ni un sentido ir con la tricolor y el tereré “para demostrar cuánto amamos lo nuestro”. Hay que ir a enfrentar a esos canallas porque son unos malditos explotadores sinvergüenzas, que creen poder salirse con la suya porque lastimosamente, y porque tenemos la justicia basura que tenemos, gozan de la impunidad más repugnante. Ya han tratado de eliminar a Daniela, y no pudieron. Aplicaron la fórmula de la “tuerca, tuerca, tuerca” a otros empleados, que por miedo callaron, y otros que pudiendo hablar, por comodidad no dijeron ni “mu” por la compañera Daniela, algunos de ellos quizás hoy pisados y pateados finalmente por la misma bota de capataz explotador. Es por ello que hay que luchar contra todos ellos sin importar su puta nacionalidad. Mis más efusivas felicitaciones al SPP, el sindicato de trabajadores más concienzudo y solidario con la clase trabajadora, por su ejemplo de coraje y por no dar un paso atrás... Incluso para defender los derechos de quienes en su momento han callado. |
martes, 19 de abril de 2011
Felipe Vallejos escribió...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Puerto *JEPEPI* Paraguay
Cuando aquel amigo se refirió a una localidad llamada “Puerto Yepepí”(*), creí que me hacía una broma. Pero averiguando con otras personas, ...
-
Una de las maneras por la que pude ampliar mi visión de las cosas, en el ámbito político, fue la lectura comparativa. En este menester el i...
-
El Comisario y el traficante Por Juan Manuel Salinas Aguirre Salvador Ibarrola fue el oficial encargado en 1971 de detener al narcotr...
-
Una vieja sabiduría campesina creó una frase que pinta de cuerpo entero lo que está pasando en mi querido Paraguay. “La tavy nda ñande jukai...
No hay comentarios:
Publicar un comentario