Nos conmueve cuando un periodista extranjero, nos describe de ésta manera
Paraguay borró a Eslovaquia
Domingo 20 de junio de 2010 22:50 COT
Paraguay no la ha tenido fácil. Este pequeño país ha crecido a la sombra
de vecinos poderosos en todo, incluso en el fútbol. Nada menos que
Brasil, Argentina y Uruguay que siempre le han puesto condiciones para
vivir. ¿Qué puede hacer un enano en tierra de gigantes? Aprender a
sobrevivir. No le queda de otra. Y para sobrevivir le toca esforzarse el
doble en todo, incluso en el fútbol pues, para colmo de males, sus tres
vecinos que han descollado en muchas cosas, también lo han hecho en el
fútbol hasta el punto de haber sido los tres, campeones mundiales.
Sin genios que le faciliten la vida (imagínense crecer al pie de las
tierras que dan Maradonas y Pelés), en el fútbol le ha tocado descollar
a punta de corazón, de disciplina, de empeño, en Colombia diríamos de
verraquera. Por eso los paraguayos cuando saltan a una cancha, se ponen
el overol y suplen sus carencias con entusiasmo. El partido contra
Eslovaquia es un buen ejemplo. Disputaron cada centímetro de terreno,
como si en ello se les fuera la vida, pero es que lo llevan en los genes.
Hace mucho le tocó hacerlo contra sus tres vecinos, unidos y apoyados
por el Imperio Británico, lo que se conoce como la guerra de la Triple
Alianza. Pese a la diferencia, el contubernio de los tres no la tuvo
fácil. Ganaron, sí, pero Paraguay se defendió con garras y colmillos
hasta el último momento. Aterrador. En esa guerra perdió el ochenta por
ciento de su población adulta masculina. Más cerca, en la guerra del
Chaco contra Bolivia también sus pérdidas fueron inmensas.
Ahí se cocinó la “garra” paraguaya. Nadie les ha regalado nunca nada y
saben que para conseguir algo deben esforzarse el doble. Son los
guerreros del fútbol y a eso le apuestan en cada encuentro. Por eso,
desde el primer minuto, estos obreros del fútbol se le fueron encima a
los eslovacos. Los apiñaron en su campo, disputándole el balón hombre a
hombre, para luego desprenderse con el balón amarrado camino a la red.
El partido en ocasiones se tornaba monótono porque no es agradable ver
jugar a un solo equipo. Los monólogos ahuyentan el espectáculo, pero no
hay tampoco que culpar a Eslovaquia. Su fútbol es simple. Velocidad,
desborde por los costados, centros fatídicos y alguien que patee o
cabecee. Altos, fuertes y rápidos y ahí concluye todo. Una gambeta, un
quiebre de cintura, una finta, son tan exóticos en esos parajes donde el
mate o la dulzura del idioma guaraní encanta los oídos.
¿Habrá visto Anelka este partido? ¿Le habrán enseñado estos paraguayos
lo que es sentir la responsabilidad de defender su tierra, su gente, su
cultura, su manera de ver la vida, la lucha constante de cada día por
llegar al siguiente? Es increíble. Tanto fue el asedio a los eslovacos
que la única llegada con peligro que tuvieron fue al minuto 92,
exigiendo al portero guaraní. Lo demás, unos pocos tímidos intentos que
más que cualquier cosa, era para recordar que también ellos andaban por
ahí, así fuera escondidos entre los paraguayos.
La fiesta la comienzan Roque Santacruz y Riveros y por la izquierda
Nelson Valdez. También Barrios hace de las suyas. Todos a una como en
Fuenteovejuna, ponen su cuota, y es por el lado de Barrios que llega la
primera anotación. Un pase magnífico a Enrique Vera y éste, sin mayor
problema con la pierna derecha mete el balón para que al otro lado del
océano, se la gocen a punta de arpa y guitarra.
Pudieron ser más en este primer tiempo, pero erraron por apresurados,
por enredados o por ansiosos, bueno y también porque los eslovacos no
son mancos y ante la impotencia la guerra de los taches y las
zancadillas comienza a hacer su agosto. A Durica lo amonestan por
pegarle por detrás a Riveros. Y lo propio sufre el propio Vera que
devuelve los favores. Un segundo gol se le niega a Roque Santacruz
cuando el balón iba camino de la red. El arquero, vencido, desde el piso
estiró la pierna y apenas con la punta lo desvió hacia la línea de meta.
El segundo tiempo no cambia el libreto aunque se nota algo más sueltos a
los eslovacos. Por lo menos se les ve aparecer e incluso en algunos
pasajes del partido Paraguay le cede el balón, pero no es por mucho
tiempo. Avanzado el segundo tiempo entra Óscar Cardozo. Buena noticia
porque se nota que su lesión ha evolucionado bien y en los próximos
partidos se le tendrá en cuenta.
A estas alturas, Eslovaquia está tan encerrado en su campo que la
primera línea de defensa son los propios delanteros paraguayos que
bloquean las salidas, hasta que llega el segundo gol, después de un
entrevero en la portería eslovaca. Varios quieren pegarle, rechazar, la
pelota parece sin dueño, hasta que Cristhian Riveros con un zapatazo
potente la introduce por el lado izquierdo del portero. Ahí termina
todo, salvo el remate peligroso de Weis en el tiempo de reposición.
Paraguay hizo bien la tarea. No sólo camina con pie derecho sino que,
como van las cosas, puede terminar de primero en su grupo. Otro
latinoamericano más que demuestra que se puede ganar jugando a eso, a
ganar, con fútbol ofensivo y alegre. Mientras en Latinoamérica se ríe,
en Europa se está volviendo costumbre el llanto y el crujir de dientes.
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