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viernes, 24 de septiembre de 2010

De poras y folklores

José tenía sus 25 años floridos, estudiaba derecho, pero como era pobre debía trabajar como chofer de “micro” en Asunción, para pagarse los estudios.

Su horario de trabajo era toda una rutina, comenzaba a las cinco de la mañana, hacía una pausa al mediodía y volvía a la carga a las diez de la noche luego de salir de la universidad. Su turno era día de por medio, es decir trabajaba todo un día y descansaba todo el otro día

Su línea el 41, su vehículo una “KOMBI” (modelo de vehículo mini bus de la época de la marca Volkswagen), su trayecto era todo el micro centro de Asunción, pasando por la Recoleta (un cementerio) hasta el barrio Nazaret, tenía un compañero de trabajo que hacía el papel de “guarda” (el que abría la puerta y ayudaba a los pasajeros a subir y bajar y cobrar los pasajes).

José ya llevaba unos tres años en aquel trabajo, había venido del Interior para cursar sus estudios superiores. No le iba mal, como apenas tenía un vicio, el de juntarse con sus amigos los fines de semana y beber algunas copas, siempre podía tener su pequeño ahorro, podía vestirse bien, en fin, podía cumplir con todo aquello que en su pueblo no lo habría hecho de ninguna manera.

Lo único que le disgustaba a José era aquel tramo del cementerio que debía pasar en horas de la noche, pues trabajaba desde las diez hasta las 2 de la madrugada.

Aquel sábado en particular José no estaba demasiado a gusto en su trabajo, su “micro” lo encontró con una avería, tuvo que ir al taller para arreglarlo y después comenzar su “redondo” (un viaje de ida y vuelta), para más esa semana tenía examen, así que tenía que estudiar en sus momentos en que estaba en la “parada final” y para completar el mal panorama, su “guarda” no vino aquel día así que tuvo que trabajar solo.

Como alrededor de la medianoche comenzó una torrencial lluvia, eso significaba que aquella noche no habría demasiados pasajeros, eso le alivió un poco.

Miró su reloj, faltaba un minuto para su hora marcada, así que se subió a su vehículo, y comenzó su trayecto todo tranquilo, sus cinco pasajeros se bajaron frente a la embajada americana y el micro quedó vacío, frente al Buen pastor en medio de la lluvia vio que una mujer le hacia la señal de parada y José paró, sin problemas la mujer abrió la puerta de pasajeros y abordó el micro – Pobre mujer, que estará haciendo sola frente al cementerio y en medio de la lluvia – pensó José – no le voy a cobrar el pasaje… - agregó para sí.

Le extrañó que la mujer no haya dicho ni una palabra, ni un quejido escuchó José de la mujer, lo que le extraño mucho más ya que subió toda mojada y casi desabrigada, ya que vestía apenas un vestido como si fuera de novia o algo parecido;

En un impulso miró el espejo retrovisor, lo que vio heló su sangre, intuitivamente pisó el freno volvió su vista atrás para corroborar la imagen que le devolvía el espejo. Lo que vio era apenas la calavera de una cabeza humana flotando dentro del micro, pero al dar vuelta hacia atrás no vio absolutamente nada, no había nadie en el micro. Algo explotó en el cerebro de José, no entendía lo que pasó.

Algunas personas dicen que vieron a José aquella noche salir de su micro y vagar bajo la lluvia sin rumbo y conjeturan sobre lo que le pasó. HABIA VISTO UN PORA Y SE VOLVIO LOCO.

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