Todos contraMoncayo
Por María Jimena Duzán
Las primeras declaraciones hechas por el soldado Moncayo, liberado por las Farc el martes de la semana pasada luego de casi trece años de secuestro, han desatado en Internet una cascada tan impresionante de comentarios intolerantes y agresivos contra el hijo del profesor Moncayo, que si yo fuera su madre estaría temiendo por su vida.
En eltiempo.com, la mayoría de los 2.500 comentarios que leí hasta el miércoles al mediodía no lo bajaban de "guerrillo", "miliciano" y "colombiano indeseable", no merecedor de esta patria. Entre los calificativos más generosos que leí en los foros de Semana.com están el de "tarado", "lacra social que hay que barrer" y "pobre pendejo que se le olvidó hablar". No faltó el que lo calificó de ser miembro de las Farc desde que fue secuestrado luego de la toma en Patascoy. "Faruco Moncayo -dice un participante en el foro- ese reclutica es uno de los infiltrados que las Farc utilizó para tomarse la base de Patascoy". Por no hablar de los comentarios que llegaron al .com de Hora 20 de Caracol el martes por la noche, muchos de los cuales no lo bajaban de hijueputa, traidor al uniforme, mientras otros opinaban que debería ser expulsado de este país.
Pero no solamente Pablo Emilio Moncayo ha sido condenado a la hoguera. También su padre, el profesor Moncayo, cuyo dolor a muy pocos les parece genuino. "Gracias a Dios ya no veré más al profesor Moncayo. Me tenía aburrido este elemento con tanto vitrinazo y espectáculo", dice uno de los tantos comentarios ocultos en eltiempo.com. Una opinión similar se la escuché a una mujer de estrato seis que miraba en una pantalla de televisión ubicada en un sitio público la transmisión que hacían los canales de la liberación del soldado el martes pasado. "¡¡Ahhgg!! -dijo en voz alta, sin evitar que se le sintiera un dejo de desprecio- a ver si liberan pronto a su hijo y salimos de este profesor que nos tiene hartas". La cascada de comentarios agresivos e intolerantes invadió hasta los blogs de lasillavacia.com. Luis Guillermo Vélez, uno de sus blogueros más cultos y refinados, insinuó que Moncayo no estuvo secuestrado sino que se fue de paseo ecológico durante 12 años.
El primer sorprendido con esta reacción tan violenta debe ser el propio sargento Moncayo, quien se debe estar preguntando cuál pudo haber sido su gran pecado para merecer tanta ignominia, tanto desprecio, tanto odio visceral y tanta intolerancia.
La respuesta, mi querido soldado, es solo una: mientras usted estuvo secuestrado en la selva y pasó por los horrores más inhumanos, este país no sólo cambió tecnológicamente; su mayor cambio fue en su comportamiento cultural, a pesar de que se registraron importantes avances en el tema de la seguridad y en la lucha contra las Farc. En estos doce años nuestro imaginario cultural se ha ido construyendo con base en percepciones que se han vuelto verdades, así no lo sean. Esos postulados, derivados en su gran mayoría de la seguridad democrática, nos han vuelto una sociedad más uniforme y por lo tanto menos tolerante; una sociedad más segura pero políticamente primaria -el único discurso permitido es el que habla de acabar al enemigo, las Farc, y a todo el que esté con él-; y una sociedad aparentemente más exitosa pero más corrupta. La mafia paramilitar no es considerada sólo un mal menor sino un aliado fundamental de la clase política, tal y como lo hemos visto en estas elecciones, en las que esos voticos untados de sangre eligieron a un número considerable de congresistas, que en su mayoría son uribistas.
Al país al que usted llegó, mi estimado soldado Moncayo, hay que darle gracias a Uribe por todo y por nada. Y así el Presidente no hubiera hecho nada por su liberación, usted tenía que habérselas dado. En cambio debió haberse abstenido de dárselas a quienes sí lo ayudaron. Es decir, al presidente Correa y al presidente Chávez, dos mandatarios considerados en el imaginario de la seguridad democrática como parte del ejército de áulicos que tienen los terroristas de las Farc. Pero además, como usted no dijo que quería acabar con las Farc -de hecho ningún secuestrado liberado por las Farc lo ha dicho-, sino que eran una realidad, eso lo convierte en auxiliador de la guerrilla y no en un sobreviviente del flagelo del secuestro.
Lo siento, soldado Moncayo: al país al que usted llegó, luego de casi trece años de cautiverio, la verdad no se puede decir sin que se le venga la horda encima con todo y lo que eso significa. Pero no se desanime. No todos somos así de pendejos
Por María Jimena Duzán
Las primeras declaraciones hechas por el soldado Moncayo, liberado por las Farc el martes de la semana pasada luego de casi trece años de secuestro, han desatado en Internet una cascada tan impresionante de comentarios intolerantes y agresivos contra el hijo del profesor Moncayo, que si yo fuera su madre estaría temiendo por su vida.
En eltiempo.com, la mayoría de los 2.500 comentarios que leí hasta el miércoles al mediodía no lo bajaban de "guerrillo", "miliciano" y "colombiano indeseable", no merecedor de esta patria. Entre los calificativos más generosos que leí en los foros de Semana.com están el de "tarado", "lacra social que hay que barrer" y "pobre pendejo que se le olvidó hablar". No faltó el que lo calificó de ser miembro de las Farc desde que fue secuestrado luego de la toma en Patascoy. "Faruco Moncayo -dice un participante en el foro- ese reclutica es uno de los infiltrados que las Farc utilizó para tomarse la base de Patascoy". Por no hablar de los comentarios que llegaron al .com de Hora 20 de Caracol el martes por la noche, muchos de los cuales no lo bajaban de hijueputa, traidor al uniforme, mientras otros opinaban que debería ser expulsado de este país.
Pero no solamente Pablo Emilio Moncayo ha sido condenado a la hoguera. También su padre, el profesor Moncayo, cuyo dolor a muy pocos les parece genuino. "Gracias a Dios ya no veré más al profesor Moncayo. Me tenía aburrido este elemento con tanto vitrinazo y espectáculo", dice uno de los tantos comentarios ocultos en eltiempo.com. Una opinión similar se la escuché a una mujer de estrato seis que miraba en una pantalla de televisión ubicada en un sitio público la transmisión que hacían los canales de la liberación del soldado el martes pasado. "¡¡Ahhgg!! -dijo en voz alta, sin evitar que se le sintiera un dejo de desprecio- a ver si liberan pronto a su hijo y salimos de este profesor que nos tiene hartas". La cascada de comentarios agresivos e intolerantes invadió hasta los blogs de lasillavacia.com. Luis Guillermo Vélez, uno de sus blogueros más cultos y refinados, insinuó que Moncayo no estuvo secuestrado sino que se fue de paseo ecológico durante 12 años.
El primer sorprendido con esta reacción tan violenta debe ser el propio sargento Moncayo, quien se debe estar preguntando cuál pudo haber sido su gran pecado para merecer tanta ignominia, tanto desprecio, tanto odio visceral y tanta intolerancia.
La respuesta, mi querido soldado, es solo una: mientras usted estuvo secuestrado en la selva y pasó por los horrores más inhumanos, este país no sólo cambió tecnológicamente; su mayor cambio fue en su comportamiento cultural, a pesar de que se registraron importantes avances en el tema de la seguridad y en la lucha contra las Farc. En estos doce años nuestro imaginario cultural se ha ido construyendo con base en percepciones que se han vuelto verdades, así no lo sean. Esos postulados, derivados en su gran mayoría de la seguridad democrática, nos han vuelto una sociedad más uniforme y por lo tanto menos tolerante; una sociedad más segura pero políticamente primaria -el único discurso permitido es el que habla de acabar al enemigo, las Farc, y a todo el que esté con él-; y una sociedad aparentemente más exitosa pero más corrupta. La mafia paramilitar no es considerada sólo un mal menor sino un aliado fundamental de la clase política, tal y como lo hemos visto en estas elecciones, en las que esos voticos untados de sangre eligieron a un número considerable de congresistas, que en su mayoría son uribistas.
Al país al que usted llegó, mi estimado soldado Moncayo, hay que darle gracias a Uribe por todo y por nada. Y así el Presidente no hubiera hecho nada por su liberación, usted tenía que habérselas dado. En cambio debió haberse abstenido de dárselas a quienes sí lo ayudaron. Es decir, al presidente Correa y al presidente Chávez, dos mandatarios considerados en el imaginario de la seguridad democrática como parte del ejército de áulicos que tienen los terroristas de las Farc. Pero además, como usted no dijo que quería acabar con las Farc -de hecho ningún secuestrado liberado por las Farc lo ha dicho-, sino que eran una realidad, eso lo convierte en auxiliador de la guerrilla y no en un sobreviviente del flagelo del secuestro.
Lo siento, soldado Moncayo: al país al que usted llegó, luego de casi trece años de cautiverio, la verdad no se puede decir sin que se le venga la horda encima con todo y lo que eso significa. Pero no se desanime. No todos somos así de pendejos
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