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miércoles, 24 de noviembre de 2010

Las Transnacionales y el poder

«Los gobiernos han cedido el poder a las Transnacionales»


Alejandro TEITELBAUM
Autor de «la armadura del capitalismo»
Alejandro Teitelbaum es abogado. Tiene 82 años y en su libro analiza cómo las transnacionales han tejido una amplia telaraña con un objetivo económico a nivel mundial con la complicidad de los gobiernos. Detrás de ese poder transnacional se esconden también objetivos políticos y militares.
Juanjo BASTERRA |
Alejandro Teitelbaum es autor del libro «La armadura del capitalismo. El poder de las transnacionales en el mundo contemporáneo». Lo ha editado Icaria con el apoyo de Paz con Dignidad. Este abogado argentino de 82 años ha participado en un curso, organizado por el Observatorio de Multinacionales de América Latina (OMAL) estos días atrás en Bilbo. Teitelbaum contó a GARA su experiencia frente a las multinacionales, «que se han adueñado de todo».
Fue abogado de presos políticos y sindicalistas en los años setenta, después emigró al Estado francés. En el marco de la ONU representó a la Federación Internacional de Derechos Humanos y después a una organización de América, Sociedad Americana de Juristas, hasta 2006. «Me cansé del trabajo en la ONU, porque lo encontré improductivo, por los pocos resultados». Teitelbaum introdujo en su andadura, además de la lucha en contra la impunidad de las violaciones de los derechos civiles y políticos, la impunidad de los derechos económicos, sociales y culturales con la que cuentan las transnacionales.
Todo ese trabajo continúa en la ONU, pero «tras un proyecto flojo» llegó un contraataque de las multinacionales, que «pusieron a todos en su sitio. Ya nada saldrá adelante», dijo. Por eso, a sus 82 años sigue en pie para «desnudar a esas sociedades que tienen ya más poder que los estados y que, por otra parte, sólo representan a los intereses económicos de unos pocos frente al resto de la humanidad».

En «La Armadura del capitalismo» aparecen detallados los efectos económicos, las concesiones de los gobiernos y el negocio que unos pocos obtienen de la explotación. ¿Por qué tienen tanto poder las transnacionales?

Desde que empezó la Standard Oil, del viejo John D. Rockefeller, han ido escalando en el poder. La globalización neoliberal, que yo denomino el estado actual del capitalismo, está controlando la economía no sólo en su aspecto industrial y comercial, sino en el financiero y militar. Casi tiene el control total, con la complicidad de las élites políticas de las grandes potencias y de los políticos de los países periféricos en vías de desarrollo. Controlan todo, porque son dueños de medios de comunicación, de universidades y tienen a su servicio a intelectuales prestigiosos. La ideología liberal lo ocupa todo. Está todo diseñado para formatear la cabeza del hombre común para decir que este sistema es inevitable y que hay que aguantarse.

¿Eso nos lleva al desastre, a la dominación de unos pocos sobre la mayoría?

Así es. Mire lo que está ocurriendo con el tema de las jubilaciones, que nos dicen que hay que trabajar más años. En todos estos temas económicos y política el sistema nos mete en la cabeza su ideología. Y el núcleo duro del sistema son las sociedades transnacionales, lo que se llama globalización. Es el dominio de las sociedades transnacionales del capital financiero. Se deslocalizan cuando quieren. Tienen un poder inmenso de imposición frente a los asalariados, porque no negocian: o aceptas sus principios, que siempre se dirigen a los recortes económicos y sociales para los trabajadores, o se van. Sí, así lo dicen: queremos ganar un poco más, nos vamos a otro lado. Ha ocurrido con varios casos de fábricas francesas de autos que se han ido a Rumania, porque se fabrica más barato, pero luego vende caro en Francia.

¿Se puede dar la vuelta a tanto poder concentrado en tan pocas manos?

No tengo respuesta. En Francia con el tema de la edad de la jubilación ha habido protestas, pero, al final, Nicolas Sarkozy se ha salido con la suya. Nos dice que hay que salvar a la Seguridad Social, pero lo que trata es de salvar al capital financiero, no a la Seguridad Social. Lo que va a ocurrir es que la gente se va a dar cuenta que con la jubilación pública recortada no le va a llegar y va a aportar a una jubilación privada.

La pensión privada puede quebrar, la pública no.

Sí. Ya ocurrió en Estados Uni-dos. El sistema público es una garantía para todos. En lo fundamental, no escuché que nadie planteara que el problema de jubilación, es decir que la gente pueda vivir después de cesar de trabajar, sea un problema económico de fondo. La sociedad con su trabajo produce bienes sociales y, como consecuencia, hay un consumo social. ¿Por qué se plantea el futuro de las pensiones en términos financieros si tiene que ver con el reparto de la torta? Hay una gran cantidad de bienes y servicios producidos, si no alcanzan para todos, es porque, entre la producción social y el consumo social está la apropiación privada. Hay gente que se queda en el camino con la mayor parte de la torta. Por eso no llega la torta necesaria a todos los ciudadanos, los viejos incluidos.

¿Por qué cree que nadie lo dice así de claro?

Nadie lo dice porque es poner en cuestión el actual sistema capitalista. En momentos de protesta y de lucha tiene que haber gente que lo diga claramente. En Francia no se consiguió, porque Sarkozy se mantuvo firme; se hicieron huelgas en sectores estratégicos, pero no se pudo mantener una huelga revolucionaria, porque la gente tiene que trabajar para poder vivir. Lo que está claro es que el sistema público de pensiones es la mejor garantía de futuro. No debemos renunciar a él, aunque la presión del capitalismo va en dirección opuesta.

¿Falta una respuesta clara desde la izquierda?

Falta una respuesta política coherente. Los socialistas, en Francia, se lo callaron. Otros grupos más pequeños, que se podría esperar una respuesta más coherente y mejor, tampoco la dieron. Se limitaron a decir: la jubilación a los 60 años o hay que distribuir la riqueza, pero nadie puso en cuestión el sistema. Se sabe que las cosas andan mal, pero no se sabe cómo hacer para que cambien.

¿Qué recomendación hace para que se rechace un empeoramiento de las pensiones, que es una ola que recorre ya por la Unión Europea?

En las manifestaciones salieron a la calle los chicos. La prensa burguesa se burló de ellos, diciendo que las guarderías habían ocupado las calles. Tienen razón, porque cuando terminen la escuela, tendrán que ir a trabajar, pero se preguntan si hay más viejos trabajando habrá menos oferta de empleo.

Si no hay empleo, no se cotiza.

El problema en Francia se encuentra, según una estadística oficial, en que desde 1975 a 2009, es decir en 35 años, la productividad se multiplicó por 2,3 veces, y la población sólo creció un 25%. Una persona produce en este momento casi dos veces y media más que hace 35 años. Si aumenta la productividad, hay que disminuir el tiempo de trabajo. Bajar a las 35 horas, para que trabaje más gente y se nutra a las cajas de la Seguridad Social. No se puede seguir trabajando con jornadas de 40 horas, porque se produce en exceso.

¿Las 35 horas han fracasado?

La idea era buena. En Francia, se impusieron las 35 horas, pero se congelaron los salarios y, por otro lado, legislativamente se fue adaptando hasta que se liquidaron. En Noruega trabajan 34 horas y viven muy bien. El secreto se encuentra en que los ingresos por las ventas de petróleo de sus pozos en el mar se ha guardado en las cajas del Estado y se usa para financiar las jubilaciones. Han sabido administrar. No es un país socialista. La gente ve en Francia un sistema de Seguridad Social bastante avanzado, nadie quiere perderlo. Hay que defender eso. El sistema capitalista está metido en una gran contradicción: donde no puede, genera muchos desocupados que no aportan a las cajas de jubilación. No hay trabajo para todo el mundo manteniendo estas jornadas. Tendrían que reducir la jornada, pero los patrones no quieren. La jornada larga de trabajo es lo que da esa ganancia suplementaria.

Si se piden mejoras, las empresas se deslocalizan y, de hecho, dentro de la UE existe el dumping social por ese traslado de empresas entre países.

Tiene razón. Se fabrican autos franceses en Rumanía y se venden en Francia. Efectivamente hay dumping social. A los franceses, como al resto, no les conviene que los rumanos ganen diez veces menos, porque la empresa se va y les deja sin trabajo. Un problema difícil de resolver que la solidaridad de los trabajadores debería solucionar.

¿Falta conciencia obrera frente a las multinacionales?

El poder transnacional se arregla para que crezca la competencia entre los trabajadores. El chino gana diez euros por día, y de eso se aprovecha el trabajador francés, que compra ropa china sumamente barata. Nota menos que su salario es pequeño. Si va a una tienda de lujo, le va a costar mucho, pero si es un pantalón chino costará poco. Le conviene al patrón, porque el obrero no va a reclamar más salarios. No veo que haya una fuerza política en ningún lado que vaya al fondo de las cosas. Esas reuniones internacionales con el eslogan de «otro mundo es posible» no quiere decir nada. Hay gente que se dice de izquierdas, filósofos y políticos que le están dando un respiro al capitalismo.

«Hoy un capitalista necesita unas horas para forrarse sin hacer servicio alguno a la sociedad»

¿Qué ha pretendido con el libro «La Armadura del Capitalismo»?

Es el resultado de las diferentes experiencias de los años noventa. La situación actual del capitalismo es de violencia, la opresión es violencia. Lo primero que hay que hacer es darnos cuenta cómo funciona esta sociedad en el plano financiero y económico.

¿Funciona mal?

Sí. Sólo para unos pocos funciona muy bien. Hace unos días leí que los operadores financieros de Estados Unidos van a recibir 143.000 millones de dólares en compensaciones. El año pasado se reunió el G20 para poner un tope a los operadores. Un año después ganan más que nunca. Sarkozy nos dijo que había que moralizar el capitalismo. La realidad es que desde el año pasado grandes grupos financieros ganan más que antes. La desocupación ha crecido, los salarios se congelan o bajan, y no pasa nada. Las diferencias cada vez son mayores. Esa es la armadura del capitalismo, los servidores que tiene a su alrededor y que lo protegen frente a la población.

¿La crisis sólo afecta a los mismos de siempre: los trabajadores, los excluidos y los pobres?

Mire, el otro día un director de la empresa LVMH (Moet Hennessy Louis Vuitton) de artículos de lujo, vendió sus stock options y ganó en un día 18 millones. Un buen salario, por ejemplo, son 2.500 euros. Qué tendría que hacer una persona trabajando, dando clase, en un hospital, haciendo un servicio a la sociedad para ganar 18 millones de euros. Bueno, quince personas con un salario de 2.500 euros tendrían que trabajar durante 40 años para conseguir lo que el directivo de LVMH logró en media tarde. Esos quince tipos fabricando, prestando servicios, manejando autobuses, etc tardarían cuarenta años con ese buen salario, mientras que este capitalista necesitó unas horas para lograrlo y sin hacer ningún servicio a la sociedad. Hay algo que no anda bien y ocurre por la complicidad de los líderes políticos.

¿Cambiará esta situación?

Lo único que podemos hacer es seguir entendiendo lo que pasa. Estoy metido en la izquierda desde hace más de 65 años. No pierdo la esperanza, pero esto va a peor. Nos dijo el G20, como otro ejemplo, que habría que acabar con los paraísos fiscales, pero es imposible porque son parte de las potencias.

Juanjo BASTERRA

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