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El reposicionamiento electoral de la ANR en las municipales tiene su contracara en la inexistencia de un proyecto político alternativo. Así las cosas, es mejor quedarse en la sartén que tirarse al fuego.
Los 755.000 votos que el centenario partido de Bernardino Caballero cosechó en las municipales del domingo pasado revelan que el bicho sigue vivo. Sigue vivo por dos razones, principalmente: 1) las mayorías sociales empobrecidas no vislumbraron en estos dos años y tres meses, desde la derrota colorada en las presidenciales, un proyecto alternativo y popular, 2) el refinado aparato electoral republicano, aceitado con el dinero de mafiosos y con la plata robada durante décadas al pueblo, funciona a la perfección.
“¿Mba’ere ajepoita la pailagui tatape si la tatape achyryrytanteavei? » Imagino se habrá preguntado el elector promedio de este país, ese que forma parte de los millones que viven en la pobreza y la pobreza extrema, antes de depositar su voto en los comicios recientes. No es necesario hacer demasiado análisis: la gente cambia si siente o ve o si por lo menos vislumbra al final del túnel una luz, una solución real, presente y futura, a sus problemas concretos, cotidianos. La gente no sabe todo, pero tampoco es estúpida.
Esto se refleja en los resultados de las elecciones municipales del domingo pasado.
Y que lo digan Unace y Patria Querida, dos partidos de extrema derecha aunque con diferentes formas que vieron cómo los electores le dijeron “no” y lo convirtieron en partidos casi marginales. Partidos que ofrecen más de lo mismo que la ANR y el PLRA. Si son lo mismo, aunque con diferentes discursos, colores y personas, ¿porqué el pueblo debería dejar su identidad, su tradición y su esquema prebendario ya conocido? Los nuevos partidos de derecha también sostenedores del modelo oligárquico, colonial y empobrecedor, no son opciones. Así lo entendió la gente. Y les espera, probablemente, el ocaso.
Y que lo digan también las izquierdas y centro izquierdas aglutinadas en el Frente Guazu, que si bien se vislumbran con posibilidades de convertirse en fuerza real en el futuro tras estas elecciones, no obtuvieron los resultados que podrían haber obtenido. Seducidos por los humildes espacios gubernamentales y los ilusorios gestos de poder que ello implica, y aferrados a algunas conveniencias para desarrollar sus proyectos, los dirigentes de las izquierdas del Frente Guazu terminaron jugando la agenda gubernamental de Lugo, y no la agenda popular y alternativa que debían haber jugado con actos y discursos desde el inicio de la apertura de este escenario post 20 de abril. La agenda gubernamental desarrollada por las izquierdas las obligó al silencio ante las represiones contra el movimiento campesino ejecutadas por el gobierno, cuya consecuencia fue la paralización del movimiento social y popular; antes que plantear propuestas de solución a los problemas sociales, económicos, educativos y culturales de la gente, las dirigencias de las izquierdas se agotaron en justificar los actos de Lugo. Así las cosas, quedaron a medio camino en el desarrollo de un movimiento antioligárquico y popular que sea una alternativa para las mayorías.
Por último, es preciso señalar que las derechas liberal y patriaqueridista, la socialdemocracia instalada hoy dentro del gobierno del Lugo y, en forma incomprensible, el Frente Guazu, plantearon una falsa disyuntiva, la de todo el tiempo post dictadura: “ANR o Cambio”. Cuando la verdadera disyuntiva es o el modelo oligárquico, colonial y corrupto sostenido por los viejos y nuevos partidos de derecha y la insulsa socialdemocracia, o un proyecto político país, alternativo, popular, superador, en el tiempo, del viejo modelo.
Los 755.000 votos que el centenario partido de Bernardino Caballero cosechó en las municipales del domingo pasado revelan que el bicho sigue vivo. Sigue vivo por dos razones, principalmente: 1) las mayorías sociales empobrecidas no vislumbraron en estos dos años y tres meses, desde la derrota colorada en las presidenciales, un proyecto alternativo y popular, 2) el refinado aparato electoral republicano, aceitado con el dinero de mafiosos y con la plata robada durante décadas al pueblo, funciona a la perfección.
“¿Mba’ere ajepoita la pailagui tatape si la tatape achyryrytanteavei? » Imagino se habrá preguntado el elector promedio de este país, ese que forma parte de los millones que viven en la pobreza y la pobreza extrema, antes de depositar su voto en los comicios recientes. No es necesario hacer demasiado análisis: la gente cambia si siente o ve o si por lo menos vislumbra al final del túnel una luz, una solución real, presente y futura, a sus problemas concretos, cotidianos. La gente no sabe todo, pero tampoco es estúpida.
Esto se refleja en los resultados de las elecciones municipales del domingo pasado.
Y que lo digan Unace y Patria Querida, dos partidos de extrema derecha aunque con diferentes formas que vieron cómo los electores le dijeron “no” y lo convirtieron en partidos casi marginales. Partidos que ofrecen más de lo mismo que la ANR y el PLRA. Si son lo mismo, aunque con diferentes discursos, colores y personas, ¿porqué el pueblo debería dejar su identidad, su tradición y su esquema prebendario ya conocido? Los nuevos partidos de derecha también sostenedores del modelo oligárquico, colonial y empobrecedor, no son opciones. Así lo entendió la gente. Y les espera, probablemente, el ocaso.
Y que lo digan también las izquierdas y centro izquierdas aglutinadas en el Frente Guazu, que si bien se vislumbran con posibilidades de convertirse en fuerza real en el futuro tras estas elecciones, no obtuvieron los resultados que podrían haber obtenido. Seducidos por los humildes espacios gubernamentales y los ilusorios gestos de poder que ello implica, y aferrados a algunas conveniencias para desarrollar sus proyectos, los dirigentes de las izquierdas del Frente Guazu terminaron jugando la agenda gubernamental de Lugo, y no la agenda popular y alternativa que debían haber jugado con actos y discursos desde el inicio de la apertura de este escenario post 20 de abril. La agenda gubernamental desarrollada por las izquierdas las obligó al silencio ante las represiones contra el movimiento campesino ejecutadas por el gobierno, cuya consecuencia fue la paralización del movimiento social y popular; antes que plantear propuestas de solución a los problemas sociales, económicos, educativos y culturales de la gente, las dirigencias de las izquierdas se agotaron en justificar los actos de Lugo. Así las cosas, quedaron a medio camino en el desarrollo de un movimiento antioligárquico y popular que sea una alternativa para las mayorías.
Por último, es preciso señalar que las derechas liberal y patriaqueridista, la socialdemocracia instalada hoy dentro del gobierno del Lugo y, en forma incomprensible, el Frente Guazu, plantearon una falsa disyuntiva, la de todo el tiempo post dictadura: “ANR o Cambio”. Cuando la verdadera disyuntiva es o el modelo oligárquico, colonial y corrupto sostenido por los viejos y nuevos partidos de derecha y la insulsa socialdemocracia, o un proyecto político país, alternativo, popular, superador, en el tiempo, del viejo modelo.
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