Como si les faltaran argumentos para seguir desacreditadas, la Iglesia paraguaya y la “prensa” nuevamente se ven envueltas en un escándalo de extorsión, chantaje y abuso de poder. El delito de abuso de poder en este caso está siendo ejercido por el periodista, que se aprovecha de su “libertad y derecho a informar” para obtener un lucro ilegal a todas luces.
Para peor, mi querida zona Norte es de nuevo el escenario de este hecho lamentable. Este hecho viene a probar que la sociedad paraguaya está muy permeada por la corrupción, la gran mayoría quiere estar en el lugar exacto, a la hora exacta para recibir su “pedazo” de la torta.
El pobre sacerdote ya está sancionado, (el estar con permiso significa que esta fuera de los sacramentos) el “locutor” aprovecha que tiene un programa de buena audiencia y comienza su guerra, no con el intuito de educar o meramente informar, sino con el principal objetivo de sacarle algún dinero al sacerdote, cosa que logra con la mediación “¿inocente?” de otro cura. Los tres protagonistas tienen un interés, el cura acosado ya no quiere escuchar su nombre a todas horas en los medios, por lo menos en el de “ese insistente locutor” de cierto medio; el cura mediador desea terminar con la guerra mediática contra los sacerdotes y el locutor quiere ganar algo (2 millones de guaraníes) en el tema. El acusado tuvo la inteligente idea de acabar de raíz con el tema, denunció la extorsión y listo, ahora, al menos el locutor, ganó unas rejas desde la cual verá el sol nacer cuadrado y le hará reflexionar, eso espero, sobre su lamentable actitud. Probablemente el cura mediador también tendrá alguna pena, pero quien más perderá en todo eso es la feligresía católica, que ya anda con un pie atrás con la dirigencia eclesial.
Lo que sí queda claro aqui es que el LOCUTOR es un perfecto delincuente, no merece ser llamado periodista. El periodismo es una vocación no una percha de oportunismo.
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