El piso de madera crujia bajo el paso de aquella multitud ansiosa por devorar todas aquellas imagenes, que fascina, hipnotiza.
En cada esfinge, estatuilla u objeto egipcio parecia que aquel imperio aun estaba vivo. Es imposible no entender la tenacidad y el orgullo de esta gente, se sienten herederos absolutos de esa historia que ha dejado marcas imborrables en la humanidad.
Cada estatua romana, obra de grandes maestros, parece real, desafiante, fuerte y presente.
Cada Pintura transmite sabiduria, cada cuadro es un mensaje claro, aunque no se entienda absolutamente nada.
Las joyas de la corona, muestra que la imaginación del ser humano no tiene límites, que las piedras pueden tener gran belleza si se les suma la inteligencia humana.
Al mirar estas esculturas, estas pinturas, en fin, cuando al fin me venció el dolor de cuello, de tanto dar vueltas, me senté ante uno de los cuadros en una de las salas y me puse a pensar, qu magnífico es el hombre para esculpir una piedra, transformar algo bruto en una cosa tan bella y al mismo tiempo sea tan bruto que no consiga esculpirse a si mismo para sacar a luz el brillo interior que grita por salir de él mismo y mostrarse como la obra divina mas perfecta que ojos humanos jamas hayan visto.
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