Por Chester Swann
Carta ciudadana desde el Paraguay
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Hace poco, a mediados del 2008, tuvo lugar la entrega del material elaborado por la Comisión de Verdad y Justicia (CVJ), acerca de la represión del "gobierno" de Alfredo Stroessner, actual ídolo de los colorados, así como “presidente vitalicio post mortem” de dicha entidad y ex paladín del anticomunismo del State Department de los Estados Unidos, o mejor, perro de presa y sicario de sus transnacionales.
El resultado de la investigación fue escalofriante. 128 mil y pico de víctimas paraguayas de la oscura era de la "Democracia sin comunismo" de la Guerra Fría y el Plan Cóndor; creo que cuando éramos felices y no lo sabíamos y formábamos parte de "un país en serio" como suelen decir los exégetas del tirano sin ruborizarse y cuando nuestros países estaban uncidos al carro del “mundo libre”, si mal no recuerdo, merced a las descaradas injerencias de los embajadores norteamericanos y virreyes del imperio.
Dicha noticia se dio en momentos en que el secretario adjunto para asuntos latinoamericanos de la dministración Bush: Thomas Shannon, acompañado de la embajadora Liliana Ayalde, se acercó a Fernando Lugo para proponer más acercamiento a su gobierno, por parte del presidente Bush, al cual me referiré más adelante, cuando sea "políticamente correcto" hacer leña del árbol caído. Aunque de ese árbol preferiría hacer leña de sus raíces, no sólo de sus ramas.
En realidad, desde 1952 se desató el terror sobre el cono Sur y América Central, con el pretexto de una guerra ideológica entre el “mundo libre” y la “cortina de hierro”. Lo del Plan Cóndor vino después, desde 1973, ya con Kissinger y Pinochet, pero los escuadrones de la muerte paramilitares estaban en funcionamiento, adiestrados por (School of the Americas)
Ambos eventos eran irónicos puntos de coincidencia en la equívoca política de los Estados Unidos hacia su "backyard"… o dicho en cristiano: su patio trasero, tal nos conciben allá en los pagos boreales del águila calva. Es decir, que las víctimas lamentadas ahora, eran justamente parte del "acercamiento" de Estados Unidos al sur, y no precisamente en son de paz. Miles de asesinados por los sicarios al servicio de la CIA lo atestiguan.
Pero nadie, que yo sepa, se ha animado a pedir cuentas a los norteamericanos de entonces (administración Truman hasta Carter, en que se suavizó algo la represión) ni al partido colorado y sus cómplices liberales. Especialmente para el resarcimiento a las víctimas de su celo anticomunista y contra todo lo que oliera a disidencia a sus intereses, así fuesen siaidentes, “comun istas” o intelectuales, sindicalistas, estudiantes o simples campesinos reacios a vender sus chacras a precio vil.
Mi padre ha formado parte de esa desdichada aritmética, en su carácter de simpatizante del movimiento 14 de Mayo de los años sesenta y, posteriormente, quien esto escribe, acosado por la policía política bajo la sospecha de portación de apellido, en los años setenta, cuando mi guitarra me exigía cantar mi testimonio, contra la voluntad de los perros de presa del déspota deslustrado, que no ilustrado, llamado Alfredo Stroessner.
No hace mucho, la CVJ me hizo una visita, con entrevista filmada y, al preguntarme si consideraba lícita una indemnización del estado, me negué al tiro.
Considero que el estado, que somos todos, no tiene por qué pagar a las víctimas de estos tres culpables, ajenos al estado: el gobierno norteamericano “cristiano y accidental”, como instigador de la violencia, "Técnicos" incluidos; el partido colorado en calidad de cómplice y sustentador del terror y el ex general ahora finado pero idolatrado por los segundos. El ejército, la policía y cómplices de la “oposición rentada (¡Oh, posición!), con quienes ha compartido atrocidades desde sus inicios en 1963.
La Escuela de las Américas ―enetonces en Fort Gulick, Panamá, luego en Fort Benning, Georgia― logró convertir a nuestros ejércitos nacionales en tropas de ocupación SS en sus propias patrias y, a sus hermanos, en “el enemigo funcional”.
Las demandas deben ser dirigidas hacia quienes realmente son culpables ante la historia y no hacia un estado, actualmente ajeno a las atrocidades. ¿Por qué Mr. Shannon no nos explicó el papel del Departamento de Estado, del Pentágono, de la Escuela de las Américas y de la omnipresente C.I.A. en esos años de represión indiscriminada? ¿Por qué Liliana Ayalde no se atrevió, como lo hizo Lugo en ese acto, a pedir disculpas a las víctimas de los carniceros del norte? ¿Por qué los beneficiarios de las indemnizaciones no demandan a la A.N.R. y embargan los bienes de la misma en reparación de lo actuado?
Es demasiado fácil litigar contra el estado ahora, cuando las responsabilidades de la policía y el ejército están ya diluidas y los actuales jefes policiales, que ahora esconden las manos que empuñaban garrotes y armas de fuego contra nosotros, contra los paraguayos que anhelábamos un cambio real. Algo no funciona en la memoria de los personeros de la CVJ o tratan de "disculpar" a los culpables de asesinatos, secuestros, violaciones, desapariciones y sevicias varias.
Está medianamente bien que el actual presidente pida disculpas, pero seguiremos esperándolas de Tío Bananas y sus cínicos sobrinos, que ahora, justo cuando América Latina se está poniendo los pantalones largos de la emancipación, buscan un "acercamiento" como si no estuvieran demasiado cerca desde sus inicios como nación-imperio.
Si quien esto escribe no fuera un paraguayo insolvente y de raleada fortuna, de seguro iniciaría una demanda contra los verdaderos culpables de los desaguisados cometidos por Stroessner, sus mesnadas colorados y opositores rentados. Lamentablemente, no tengo con qué hacerlo, salvo las ganas. Las infinitas ganas.
Pero de todos modos, yo los acuso hoy públicamente. Y no ante dios y su ¿divina? providemencia ―sordo, mudo e y de dudosa existencia―, sino ante la humanidad consciente. No creo en ella, pero que la hay… debe haberla por ahí.
La impunidad seguirá… hasta que nuestros pueblos inicien un nuevo Nüremberg ―aunque más no fuese en carácter simbólico―, contra los criminales del IV Reich neonazi y sus atrocidades contra la humanidad.
Y ahora, a un general paraguayo que se ha atrevido a plantarse frente a la proconsulesa, en nombre de una nación soberana (algo que ningún “glorioso” militar paraguayo se atreviera a hacer nunca), pretenden destituirlo, en lugar de condecorarlo.
Este es mi testimonio y mi manifiesto ciudadano. ¡Patio trasero, nunca más! ¡Patria o muerte!
Chester Swann
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