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jueves, 18 de febrero de 2021

Colección de objetos y papeles de la época de los López crea polémica

 

Jorge Rubiani
hace 14 horas

Para conocimiento público.

En el día de ayer martes 16, a las 10:00 horas, la Senadora Blanca Ovelar, el Dr. Jorge Jarolín y quien suscribe, fuimos recibidos por el Señor Mario Abdo Benítez, Presidente de la República.
El motivo fue la exposición al Primer Mandatario, de algunos documentos y joyas que -se presume- fueron traídos del Brasil y pertenecieron al Mariscal Francisco Solano López o a su entorno familiar. Colección formada a través de muchos años y actualmente en posesión del citado Dr. Jarolín.
Conocido el hecho, el Sr. Luís Verón posteó en los medios sociales: “Una senadora, un arquitecto y un cardiólogo, timando al presidente de la República”. Tal cual.
Para información de los lectores (y oyentes de la radio), TIMO significa: Robo o hurto con engaño.

El Sr. Verón, periodista, olvidó la elemental presunción de inocencia debida para referirse al asunto y nos acusó sin subterfugios ni excusas, de robarle al Presidente de la República. Hubo otros posteos. Entre ellos el del Sr. Fabián Chamorro que lamentaba que Jorge Rubiani “se prestara para esto”. Ambos señores, tienen mi número telefónico y me conocen lo suficiente como para llamarme e interiorizarse del asunto -si quisieran o les interesara la verdad- antes de asumir posturas tan severas. Pero no es la primera vez y presumo que no será la última.

En consecuencia:
Me obligo a las explicaciones que siguen, no para satisfacción de los citados señores y de quienes festejan sus ocurrencias en las redes, sino en homenaje a mi familia, mis amigos y a la ciudadanía que reclaman y necesitan un poco más de mesura y respeto proveniente de sus orientadores de opinión.

Los hechos:
El Dr. Jorge Jarolín, cardiólogo cirujano, especializado en Francia y quien fuera autor de la primera operación de transplante de corazón en el Paraguay, acometió la empresa de indagar sobre sus ancestros ante los indicios de que su bisabuela, la Señora Francisca Ignacia Ortíz, habría tenido cierto protagonismo en tiempos de la Triple Alianza.
Sus investigaciones y las primeras revelaciones obtenidas, se iniciaron hace más de 30 años a través de distintas fuentes, desde la consulta de libros y largas sesiones de interrogatorios familiares, hasta la adquisición de objetos, joyas y papeles que derivaron en la concreción de un cuantioso patrimonio histórico.
Frente a los primeros documentos que el Dr. Jarolín tuvo a bien mostrarme hace ya muchos años, le advertí que debía someterlos a la consideración de un perito. Consejo que ayer reiteramos al Presidente Abdo Benítez, debido a que la “colección Jarolín” ha sido notablemente aumentada y que ya requiere de un minucioso estudio para otorgar plenas garantías de autenticidad a todos sus componentes. Tales como: papeles, tinta, expresiones usadas en la redacción, junto a las joyas y objetos de diversas características.
De manera que cuando se complete este procedimiento y si las piezas resultaran auténticas, el Gobierno Nacional pueda organizar su difusión o publicación en todos los formatos y con la posibilidad de que todos los paraguayos accedamos a los mismos con facilidad.
Sin embargo y ante la opinión de otras personas -además de las ya nombradas- que inclusive llegaron a afirmar que “la Academia de la Historia ya hizo analizar los documentos y que todos son apócrifos…” la incertidumbre invade nuestro cerebro al preguntamos:
¿Alguien puede certificar la autenticidad de algo, SIN VERLO?

Porque debería ser elemental para todos -y más para los dirigentes de una Academia de Historia- que para afirmar que estos documentos “son apócrifos”, sería absolutamente indispensable REALIZAR EL MISMO PERITAJE para decir que no lo son. Y debe manifestarse además en torno a este fenómeno, que estas piezas SON IGUALES A OTRAS MUCHOS, que están en manos privadas o de coleccionistas, residentes en el Paraguay y en el extranjero, sobre los que nadie exige -ni ha exigido nunca- “certificado de autenticidad”.
De la misma manera que hago notar que el repentino celo de la Academia de la Historia y de las personas mencionadas, nunca fue orientado hacia el paupérrimo estado de nuestros sitios históricos o la proverbial carencia de nuestros museos. Ni se manifestaron tampoco sobre la ausente enseñanza de Historia Nacional en las escuelas de niños y jóvenes de nuestro país, valores que se constituirán en el fundamento de la responsabilidad social y colectiva que estos compatriotas asumirán -o no- en el futuro.
Porque todos los meses y desde siempre, los que nos dedicamos a estos temas, recibimos testimonios de diversas procedencias junto con imágenes, documentos, cartografías, acercados por distintas personas; seguramente con el interés de hacer conocer hechos que no están en los libros y tal vez la creencia de que somos los interlocutores adecuados para tales propósitos. No los llevan a la Academia de la Historia -como debieran hacerlo- porque debe intimidarlos seguramente la frenética actividad que allí se desarrolla, con la rigurosidad, el método y la precisión que demanda la tarea de divulgar la historia de nuestro país.

De forma que los datos que nutrieron las fichas históricas de Julio Blás Garay, Juan E. O’Leary, Fulgencio R. Moreno, Manuel Domínguez y otros, tras largas conversaciones con ex combatientes de guerras y revoluciones, no tendrían hoy cabida en los anaqueles de la Academia de la Historia, pues aquellos no contarían con la certificación de autenticidad.

¿Quienes somos los que queremos “timar” al Presidente?
La Señora Blanca Ovelar, Senadora y Presidenta de la Comisión de Cultura del Senado, ex Ministra de Educación y ex candidata a la Presidencia de la República por la Asociación Nacional Republicana y quien posibilitó la entrevista de ayer a la mañana, no se hubiera arriesgado a semejante gestión si no hubiera tenido la oportunidad de la previa observación directa de los expuesto ante el Presidente.
Y sobre todo, no lo hubiera hecho ni se hubiera prestado a acompañarnos si la revelación del contenido de dichos documentos, no le hubiesen convencido de su importancia.

El Dr. Jorge Jarolín, prestigioso cirujano de hospitales públicos que con su sólo salario de Cuatro millones de guaraníes mensuales en IPS, realiza numerosas operaciones de corazón al mes, no hubiera hipotecado su prestigio por una aventura como la que se le atribuye.

Del que suscribe, pueden hablar los casi 20 libros y centenares de artículos escritos sobre la historia del Paraguay. Además de producciones de TV, radio y documentales para el mismo objetivo de divulgación de nuestra historia.

El origen.
Muchos de estos documentos tienen sellos que denotan la posible procedencia de los Archivos de Itamaratï (Cancillería de la República Federativa del Brasil); o del Museo Histórico de Río de Janeiro. Los que habrían llegado al Paraguay de subrepticias y subterfugias maneras para ser distribuidos con distintos mecanismos y a través de diferentes personas.
Lo “curioso” es que algunos que se hicieron de estos documentos y que hoy afirman que son “apócrifos”, mercaron con ellos sin preocuparse de que no fueran auténticos.

¿Qué contienen los documentos?
Gran parte del contenido no podría ser revelado todavía hasta el peritaje que se requiere previamente. Especialmente por el profundo impacto que algunos producirían debido a los datos que contienen. O por delicados detalles que afectarán a algunos de los principales protagonistas de la Historia Nacional.
Sin embargo, puede anticiparse que los documentos revelan, la notable participación del elemento femenino en la guerra de la Triple Alianza.
También contienen revelaciones sobre el posible origen del financiamiento de las compras realizadas por el Paraguay en Europa, antes de la guerra.
Como las estrechas relaciones del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia con los López. Y especialmente con Don Carlos Antonio López.

¿Porqué los “documentos secretos” llegan “secretamente” a su país de origen?
(Especulación estrictamente personal de Jorge Rubiani).

Motivo No 1: Sin que se haya manifestado hasta la fecha, la intención de cualquier autoridad electa del Brasil de devolver oficialmente los documentos robados al Paraguay, siempre existirá la posibilidad de que los brasileños nieguen -como negaron siempre- la existencia de estos archivos. Porque si la devolución se hubiera hecho “oficialmente”, a pedido de cualquier autoridad o institución de nuestro país, y si las autoridades del Brasil hubiesen respondido positivamente a la solicitud, tendrían que haber admitido: “….que existieron y existen documentos secretos robados al Paraguay” - (Ver Anexo final).

Motivo No. 2: Todos sabemos que en instituciones, museos y propiedades particulares del “país hermano”, se encuentran armas (de todos los tipos y en gran número), piezas de arte, muebles, banderas e imágenes de la guerra entre los países hoy “hermanados” en el MERCOSUR. Sin que se incluyan en dicho inventario, el cuantioso botín en metálico que se llevaron durante los siete años, cinco meses y dos días de ocupación militar e intervención política en el Paraguay.
Nada de lo señalado fue devuelto a nuestro país en todos estos años de Amistad, Tratados, represas y puentes, a excepción de los 10.000 papeles que el gobierno del General Joao Baptista Figueiredo entregó al Presidente Stroessner, antes de que finalizara la década de los ’80 del siglo pasado.

Motivo No. 3: Es posible que las autoridades del Brasil hayan diseñado este misterioso “goteo” de documentos hacia el Paraguay, con la intención de que los paraguayos discutamos nuevamente sobre nuestra historia y nuestros personajes históricos.
Enviándonos documentos supuestamente apócrifos o supuestamente auténticos, para que la duda se instale entre nosotros. Y renovemos las discusiones y la hostilidad como siempre que hablamos de nuestra Historia y sus principales protagonistas. Como ya comenzamos a hacerlo de nuevo en función a lo que revelan estos documentos. Pérfidamente simple.
Y para ese propósito, hasta podría ser posible que entre los documentos auténticos, los misteriosos responsables del delivery histórico se hayan permitido introducir algunos apócrifos. Para que cuando se los detecte, cunda la “razonable sospecha” sobre la legitimidad de todo los demás.

¿Qué acordamos ayer en el Despacho Presidencial?
1. Realizar una próxima reunión con una mayor cantidad de asistentes, incluyendo miembros del Gabinete Nacional.
2. La Senadora Blanca Ovelar se encargará de tramitar otra reunión parecida con miembros del Parlamento Nacional.
3. El Dr. Jarolín y quien suscribe, presentarán un bosquejo de proyecto que incluya los pasos siguientes:
* Inventario de documentos, objetos y joyas.
* Peritaje de todos los componentes de la colección.
* Si todos los documentos -o la gran mayoría de ellos- resultaran auténticos, una Comisión Especial estudiará los impactos o efectos en la Historia Nacional hasta hoy conocida.
* Otras acciones en el campo de la educación, de la divulgación histórica y la revitalización y mantenimiento de TODOS los sitios históricos del Paraguay.

Conclusión:
Los enemigos del Paraguay, los de antes y los de ahora, siempre han tratado de impedir la revelación de la verdad sobre nuestra historia. Actitud que siempre tuvo el acompañamiento de los elementos locales. Y que no es sino la continuidad de la política de la Alianza: la desaparición del Paraguay o su reducción a una existencia meramente simbólica.
Intención que por otra parte, fuera perfectamente retratada en la Ley que sancionara el Parlamento Brasileño durante el mandato del “compañero Lula”. Proyecto de norma -de exclusiva autoría del PT (Partido de los Trabajadores) que determinó que los documentos relativos a las relaciones del Brasil con nuestro país permanezcan secretos por 70 años más a partir del mandato del Sr. Lula Da Silva (el secreto de inició en 1969). Especialmente los que se refirieran a los hechos de la Guerra de la Triple Alianza y los Tratados de Límites.

Jorge Rubiani
Febrero 17, 2021

ANEXO:
Sobre los archivos llevados al Brasil:
Al respecto del incidente, el Cnel. Juan Crisóstomo Centurión, cuenta en sus Memorias: “...El archivo nacional fue sacado de sus depósitos y desparramado en medio de la plaza. Los soldados faltos de leña para cocinar sus pucheros, hicieron uso de los legajos como tizones para alimentar el fuego de sus fogatas (...) Mas tarde el archivo fue enviado al ministro Paranhos quien dispuso su traslado a Río de Janeiro”.

El historiador brasileño Fernando Batista afirma: “....Al saber que el archivo paraguayo, toda documentación que probaba la existencia del Paraguay como entidad administrativa desde 1542 hasta 1869 había caído en manos del enemigo, el presidente López por poco no fue atacado de un mal súbito (...) Junto con el archivo, los aliados se apoderaron de piezas litúrgicas y candelabros de oro y plata de la catedral de Asunción y las arcas del tesoro nacional.

En el libro “El Napoleón del Plata”, Manlio Cancogni e Iván Boris, historiadores italianos, confirman a su vez que: “Los brasileros entraron en Piribebuy buscando a López por todas partes; rebuscaron en los Ministerios que fueron saqueados, en los hospitales, en la casa del presidente. López no estaba”.

Y en “REPIQUES Y REDOBLES”, libro que escribiera quien suscribe estas líneas, se consigna que el 13 de Agosto de 1869, y tras la batalla de Pirivevúi, el archivo “mas importante del Río de la Plata y uno de los mas ricos de la América del Sud” fue depredado de la manera mas ruin, cuando. Jose Maria da Silva Paranhos, vizconde de Rio Branco hizo juntar lo que sobró de la quemazón y los hizo acondicionar en dos remesas hasta Asunción. Desde aquí serían conducidos a Río de Janeiro para convertirse en la famosa colección “Rio Branco”.
Pero no sólo papeles del Archivo Nacional salieron de Pirivevyi. También los caudales públicos guardados allí fueron objeto del pillaje imperial. De acuerdo al inventario practicado por los dueños del campo de batalla, el monto de dichos caudales se remitían al siguiente listado: “Cajón Nº 1: 5.946,oo pesos plata; cajón Nº 2: 6.627,oo pesos plata; cajón Nº 3: 4.914,oo pesos plata; cajón Nº 4: ocho arrobas de plata en bruto; cajón Nº 5: seis arrobas de plata en bruto; cajón Nº 6: 226.824,oo pesos brasileros”.

Sobre el tema, existen muchos otros materiales y testimonios, de distintas procedencias y en distintos períodos de la Historia.

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