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domingo, 6 de abril de 2014

LA GUERRA CIVIL DE 1947


Por el Doctor Humberto Zaracho

El día de ayer 7 de marzo se cumplió un aniversario más del asalto alevoso a la policía contra el gobierno legítimo de Higinio Morínigo en 1947. Este presidente fue elegido para el período 1943 – 1948 conforme a la carta política liberal dictada por José Felix Estigarriba en 1940. Las tropas sediciosas estaban compuestas por liberales febreristas y comunistas.
En la mañana del 7 de marzo de 1947 –hoy hace 65 años- se produjo un criminal atraco al Departamento Central de Policía. Al dar la campana de la Catedral los diez repiques un grupo de unos treinta hombres que se encontraba en el Bar “Ideal”, ubicado en la calle Alberdi casi Palma, se puso en apresto. Estaba comandado por el Cap. Corb. (R) René Speratti, y le acompañaban otros oficiales también retirados, entre ellos el mayor Palmieri, los Ttes. Balbuena y Nery Rolón, y el Inspector de policía Alfredo Benítez. Entre los atacantes también estuvieron los jóvenes Juan G. Granada, Carlos Heisecke Montero, Orlando Ottaviano, Aristídes Parodi y Ricardo Franco Lancetta. Todos pertenecían a la Concentración Revolucionaria Febrerista liderado por el ex Presidente Cnel (R) Rafael Franco. El plan de operaciones -elaborado por el recientemente pasado a retiro mayor Elide Báez- incluía a) la toma de la Policía, b) la toma y sublevación de la Escuela Militar, c) el apresamiento del Presidente general Higinio Morínigo y del Ministro del Interior Víctor Morínigo, d) sublevar a los efectivos de la Marina, y d) extender la rebelión contra el gobierno apoyado por el Partido Colorado, en las demás Unidades militares. Es decir, el objetivo final era el derrocamiento del presidente Morínigo y, posteriormente, la instauración de un gobierno militar como paso previo para llevar a la presidencia al Cnel. Rafael Franco.
De acuerdo al plan conspiraticio los insurgentes llegaron frente al portón de la sede policial en dos camiones. Los treinta hombres armados con fusiles ametralladoras livianas y pistolas automáticas -al grito de “Viva el coronel Franco”- irrumpieron en la Oficina de Guardia hiriendo gravemente a los agentes del orden público que se encontraban desarmados, como también los hombres y mujeres particulares que se encontraban realizando gestiones personales. Continuaron el ataque contra las diferentes oficinas produciéndose un intercambio de disparos con los policías. Un grupo de los atracadores se dirigió al despacho del Jefe de Policía con el propósito de asesinarlo, y uno de ellos, Norlan Norrone, disparó desde la ventana ubicada sobre la calle Chile una ráfaga de su pistola ametralladora que hirió de gravedad al Jefe de Policía mayor Rogelio R. Benítez en el brazo izquierdo. Fue auxiliado de inmediato por su ayudante el Tte. Tiburcio Bogado (h) y la empleada Otilia Ferreira quienes le practicaron los primeros auxilios. Trasladado de urgencia al Hospital Militar no permitió que se le ayudara y caminando llegó hasta la mesa de cirugía donde recién entonces cayó desvanecido por el esfuerzo realizado. Fue intervenido d inmediato por el doctor Pedro de Felice, quien no tuvo otra alternativa de amputarle el brazo afectado por la herida recibida. Prosiguiendo, otro grupo se dirigió a la oficina del Jefe de Orden Público capitán (R) Antonio Oddone Sarubi, quien logró escapar del ataque y, presuroso, llegó al Batallón de Seguridad de donde volvió con refuerzos para enfrentarse a los atacantes. Mientras tanto un tercer grupo se dirigió a la parte del edificio ocupado por la Dirección de Investigaciones, cuyo jefe el señor Ricardo Brugada Doldán pudo salir por el portón que da a la calle Buenos Aires (hoy Paraguayo Independiente). En la plaza Constitución reunió a algunos soldados, y con algunos de los guardias de la Cárcel Pública retornó a la sede del cuartel policial. Un cuarto grupo comandado por el mayor Palmieri y el teniente Balbuena intentó apoderarse de la Escuela Militar; empero, la rápida reacción del Tte. Cnel. Carlos Montanaro, comandante de la Unidad, hizo posible la rendición y captura de los maleantes. Un grupo se aproximó hasta el Palacio de Gobierno pero, al producirse los disparos en la Policía y la Escuela Militar, les dominó el miedo y se dieron a la fuga. Por su parte, al escuchar los primeros disparos don Víctor Morínigo, ministro del Interior y de Justicia y Trabajo, se dirigió al Palacio de Gobierno y, una vez allí, junto con el Pte. de la Rca. se dirigieron a la Prefectura General de Puertos desde donde el general Morínigo dispuso inmediatamente el dispositivo de defensa que culminó exitosamente.
Luego de un cruento combate que duró unos sesenta minutos los franquistas facciosos fueron finalmente dominados por las fuerzas militares y policiales. Las fuerzas del orden realizaron una batida por el área siendo apresado de los complotados: el los mayores (R) Juan Martincich, Elide Báez y Alejo Guanes, el capitán Solano Mendoza, el señor Germán Soler y otros más. El criminal atraco dejó como saldo siete víctimas y varios heridos.
El gobierno adoptó las medidas conducentes a mantener el orden público. Ese mismo día designó como Jefe de Policía Interino al Cnel. (R) Raimundo Rolón, y como Jefe de Plaza al Cnel. Emilio Díaz de Vivar, sin perjuicio de su cargo de Jefe de Estado Mayor General.
Al día siguiente 8 de marzo la ciudadanía no se había repuesto del impacto provocado por el alevoso atraco, cuando los pocos medios radiales informan que en la ciudad de Concepción se rebelaron contra el gobierno apoyado por el Partido Colorado, algunos oficiales de la Primera Región Militar, al que poco después se le sumaron todas las unidades del Chaco. En efecto, desde hacía unos seis meses oficiales de dicha Gran Unidad se hallaban conspirando. Enterado por los medios radiales del atraco al Departamento Central de Policía, el mayor Bartolomé Araujo consideró llegado el momento de la rebelión. Al mando de los oficiales y sargentos complotados tomó la guardia del R.I.1 “2 de mayo” apresando al Comandante Tte. Cnel. Carlos Domaniczky, y luego al Cnel. Miguel Angel Yegros, Comandante de la III Región Militar. Posteriormente le llamó al mayor César Aguirre que se encontraba en Belén. Éste, al llegar a Concepción, se hizo cargo del movimiento rebelde. Más adelante ambos ofrecieron al Cnel. (R) Alfredo Ramos el Comando Revolucionario, pero éste se negó a aceptar alegando que era afiliado al Partido Liberal.
Los sublevados no intentaron atacar Asunción, en un primer momento, aún cuando era el espacio neurálgico del poder. Se fortificaron en Concepción, enclavada en una zona rica en ganado vacuno y con excelente potencial comercial. No obstante, Aguirre y Araujo continuaron con el plan subversivo. Lanzaron un comunicado firmado también por Obdulio Barthe, dirigente del Partido Comunista, donde señalaban que: “… Este movimiento no responde  a fines partidarios estrechos sino por normalizar el país y terminar de una vez con el régimen de persecuciones, de ilegalidad y el trastorno constante en las FFAA…”. Casi de inmediato a los insurgentes se le unieron los partidos políticos opositores antagónicos del coloradismo: la Concentración Revolucionaria Febrerista, el Partido Liberal y el Partido Comunista.
El gobierno reaccionó con presteza ante el levantamiento militar y de los partidos políticos opositores. A su vez el Partido Colorado, que compartía el gobierno, hizo un llamamiento de sus correligionarios a alistarse a la defensa del poder constituido. Se destinó a Ypacaraí como Centro de Movilización donde acudieron miles de voluntarios, la mayoría excombatientes de la Guerra del Chaco. Se presentaron igualmente los arrojados milicianos colorados para defender al gobierno y al Partido Colorado. Con estos abnegados correligionarios -conocidos desde entonces como los imbatibles pynandíes- se llenaron los cuadros de las Unidades leales conformando una fuerza formidable. Se dispuso, además, el envío de algunas Unidades al norte para interceptar al enemigo.
El 3 de abril los revolucionarios constituyeron una Junta de Gobierno Militar, presidida por el Tte. Cnel. Aureliano Mendoza, y como vocales los Ttes. Cneles. Alfredo Galeano y Salvador Villagra. La Junta declaró nula la administración pública del Gobierno del general Higinio Morínigo en la zona de influencia de la Junta del Gobierno Militar,  puso plazo a su poder hasta que pueda realizarse elecciones libres con la participación de todos los partidos políticos existentes en la República, nombró un Gabinete y declaró a Concepción como capital provisional de la República.
Días después, en el mismo mes de abril se produjo el levantamiento de la Marina, que siempre estuvo aliada a los rebeldes. Pero, a pesar de contar con numerosas armas y efectivos, fue derrotada en tres días de combates en las calles del barrio de Sajonia, restando una fuerza local a los rebeldes. Y estos, después de varias batallas y enfrentamientos armados, cuando se vieron casi rodeados, a mediados de julio sigilosamente requisan todas las embarcaciones existentes en Concepción, y con todos sus armamentos y equipos, se dirigen por el río Paraguay para atacar Asunción, pensando que al estar semidesguarnecida podrían capturarla con facilidad.
Ante la noticia de la llegada de la flotilla revolucionaria el gobierno, sin tardanza, planificó el dispositivo de defensa de la capital estableciendo las primeras líneas a la altura del río Salado. Ordenó, a su vez, el regreso de las tropas que combatían en el frente norte a regresar de inmediato a la capital, a pesar de estar a unos 450 kilómetros de distancia. Paralelamente la aviación leal realizó varias incursiones aéreas contra la flotilla de guerra, consiguiendo hundir el carguero que traía en su bodega gran parte del arsenal de guerra. El Cnel Alfredo Ramos, uno de los principales conductores de la fuerza rebelde, recibió una herida durante el bombardeo quedando incapacitado para ejercer el mando.
Incentivado por los agentes financieros bonaerenses, aliados de los líbero-franco-comunistas, unos cuantos oficiales de marina que pertenecían a los Cañoneros “Paraguay” y “Humaitá” que se hallaban fondeados en el puerto de Buenos Aires, se amotinaron y tomaron el control de ambas unidades navales. Días después, luego de ser armada con municiones y otros pertrechos, levaron anclas navegando por el río Paraná para internarse después en el río Paraguay y atacar a Asunción. El gobierno mandó de urgencia al Tte. Cnel. Alfredo Stroessner al mando de un Destacamento volante formado por militares y jóvenes republicanos del “Batallón Blas Garay”, para interceptar a los cañoneros. Este jefe militar cumplió acabadamente con la misión recibida, al desarticular a los rebeldes del frente sur -después de varios enfrentamientos armados- que culminaron con la rendición de los insurgentes en la isla de Yacy Retá  mientras que muchos otros abandonaron las naves y se internaron en la Argentina. De esta manera se liberó el gobierno, apoyado por el Partido Colorado, de una grave amenaza. Los amotinados estuvieron comandados por el Cnel. Carlos J. Fernández. El presidente Morínigo, en su carecer de Comandante en Jefe, reconoció los méritos del jefe militar al dictar el 26 de agosto de 1947 la Orden General Nº 98, que decía: “Cítese al Destacamento Stroessner por la brillante acción librada contra la tentativa de los rebeldes en organizar el frente sur y de sus cañoneros en forzar el paso hacia la capital”. 
Los rebeldes provenientes de Concepción desembarcaron en Arecutacuá. Desde allí se desplazaron en tres columnas hacia la capital. El Dr. Washington Aswshwell, valeroso miembro del Batallón Blas Garay, en su obra “Concepción 1947”, nos relata que: “La columna de la Avda. Boggiani se estrelló con el único sector defendido por tropas regulares del batallón del R.I.14 “Cerro Corá”, comandado en la zona por el Cap. Máximo Zaracho, un experimentado combatiente condecorado en la guerra del Chaco por su heroísmo. A pesar de sucesivos y porfiados intentos, los atacantes no consiguieron rebasar ni siquiera las primeras avanzadas de las defensas allí establecidas y no tuvieron otra opción que replegarse”.
Pero, otra columna rebasó la línea defensiva de la capital a la altura de la empresa La Fabril e ingresó por varias arterias, una de ellas la Avda. Eusebio Ayala hasta  llegar a la actual Comisaría 7ª. En este lugar se trabó un recio combate siendo al final rechazado los atacantes. Los bravos defensores en este sector eran algunos militares apoyados por agentes y conscriptos de la policía, y por jóvenes obreros y estudiantes republicanos. El día viernes 15 de agosto, con la llegada de las tropas leales del norte, el gobierno pasó a controlar la situación y los rebeldes comenzaron a desbandarse.
El ya mencionado Cnel. (R) Alfredo Ramos, en su obra “Concepción 1947-La Revolución traicionada” confiesa: “El viernes 15 de agosto comenzó pues la retirada general de las tropas revolucionarias que atacaban Asunción. En realidad fue una huida, pues las Unidades (rebeldes) no tenían ya una directiva superior que obedecer. Algunos Jefes y Oficiales se reunieron y por propia iniciativa organizaron el repliegue de sus respectivas Unidades, unos hacia Villeta, otros hacia Villa Hayes”.
En la noche del 18 de agosto de 1947 el Ministro del Interior, Justicia y Trabajo don Víctor Morínigo lanzó un mensaje a la ciudadanía que fue difundido por Radio Nacional del Paraguay en cadena con la Red Paraguaya de Radiodifusión, anunciando la victoria de las armas que defendieron el orden y la legalidad. En un pasaje de su alocución expresó lo siguiente: “…Si un enorme porcentaje de oficiales de las Fuerzas Armadas faltó a la fe jurada, y usó las armas que para la defensa de su honor y seguridad le confió el pueblo, para traerle con ella el luto, el ultraje y el despojo, aquellos oficiales cargarán con la culpa en que incurrieron guiados por falsos directores ofuscados por la morbosidad de las ambiciones innobles… De este evento cruel hemos salido purificados. Sobre las espaldas del enemigo en derrota, como castigo apropiado a la traición, destaquemos los emblemas de la lealtad y hagamos resplandecer las figuras de aquellos militares que son paradigmas de valor y lealtad… Son los héroes de la defensa, cuyos nombres son aclamados por el pynandí … Entre los jefes de la defensa debemos citar al Gral. Brig. Emilio Díaz de Vivar, que como Jefe del Estado Mayor tuvo actuación prominente en estos días decisivos en que un pueblo sin instrucción militar defendió la ciudad contra tropas veteranas… Y en la figura de este soldado ejemplar saludo a los héroes de la Defensa”.
Así tuvo término la guerra civil más brutal que durante cinco meses azotó al país. Volviendo a la alocución del señor Víctor Morínigo, cabe destacar que: “Pero sobre el cuadro sombrío de crímenes de estos cinco largos meses resplandece la virtud –cualidad viril- de un reducido pero extraordinariamente eficaz grupo de oficiales de nuestras instituciones armadas que, fieles a su juramento, con un vigor que solo puede ser proporcionado por la virtud e inspirado por la nobleza de una causa, convocaron al pueblo en defensa de sus instituciones libres, en salvaguarda del honor del pabellón patrio”. Nos asiste la creencia que la ciudadanía honesta, liberada de toda pasión y fanatismo, debe recordar aquel capítulo sombrío de nuestra historia, ocurrido hace 65 años, para que NUNCA MAS LOS PARAGUAYOS SE ENFRENTEN EN UNA CONTIENDA ARMADA CONTRA OTROS PARAGUAYOS.
Asunción, 8 de marzo de 2012

1 comentario:

Anónimo dijo...
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