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sábado, 4 de octubre de 2014

El periodismo que sobrevivirá

'Internet le ha puesto todo en el escritorio al periodista'
Así lo dijo Javier Darío Restrepo, ganador de la Excelencia Periodística del Premio García Márquez.
Por:  CARLOS SOLANO | 
10:16 a.m. | 25 de septiembre de 2014

Foto: CLAUDIA RUBIO/ EL TIEMPO

A los 82 años, Javier Darío Restrepo se mantiene en plena actividad en torno al periodismo y su ejercicio en el continente.
Mientras espera su turno en el consultorio de su médico, Javier Darío Restrepo se toma las manos con desesperación. Está allí a regañadientes, por insistencia de sus hijas, y cuenta cada minuto: es uno menos para estar escribiendo. El periodismo, lejos de condenarlo al retiro, continúa muy latente en su vida hoy, a sus 82 años, especialmente en su calidad de conciencia ética del oficio en Colombia.
Por su rigor e insistencia en que el gremio no abandone la ética como su herramienta más indispensable, que ha sostenido durante décadas, el Premio Gabriel García Márquez le otorgará el próximo primero de octubre el Reconocimiento a la Excelencia Periodística, un galardón que destaca esa misión casi apostólica, consignada no solo en libros y otrora en su ejercicio como Defensor del lector de EL TIEMPO, sino también en el Consultorio Ético, un espacio virtual que ya ha atendido más de 1.450 solicitudes de colegas de todo el continente en 15 años.
Y es que en tiempos en que el periodismo intenta convivir con el panorama en que todo el mundo puede publicar lo que quiera en redes sociales y blogs, y en que las empresas periodísticas buscan sobrevivir ante la competencia, para Restrepo el único recurso disponible es la ética: “Toda la gente se siente autorizada para dar noticias y para editorializar. Es ahí donde uno se pregunta, como periodista, ¿cuál es mi papel? Y allí entra la ética, porque resulta evidente que el único periodismo que sobrevivirá es el ético, que es el que no se limita a contar el hecho, sino que lo explica; no se limita a excitar la vista y el oído de la gente, sino que estimula la inteligencia y, sobre todo, la responsabilidad de la gente con la sociedad. Eso solo lo puede hacer un periodista que está buscando la excelencia profesional”.
Este reportero encontró a Restrepo en su casa, rodeado de sus libros y sus folios de casos de estudio. Escribía, por supuesto. Traducía una carta del obispo de Amberes acerca del próximo sínodo episcopal, sobre los divorciados y vueltos a casar que quieren recibir los sacramentos, “un tema que asusta a la Iglesia tradicional”, explica. Su artículo saldrá publicado en la revista Vida Nueva, que dirige actualmente y que le permite explorar temas de fe con visión de vanguardia.
“Ya a los viejos nos gusta sentarnos a leer, a escribir, a pensar, y la revista me da esa oportunidad; no tengo que estar metido en una sala de redacción, voy los lunes y me encuentro con el personal de la revista, y todo lo que se va produciendo me lo mandan aquí, lo leo, corrijo, y se lo devuelvo. Es el puesto ideal para un pensionado”, afirma: “Los años lo van serenando a uno, pero conmigo no lo han logrado del todo”.
‘Cargado de tigre’
Son otros tiempos, distintos a aquellos en los que Restrepo batalló contra las más complejas mareas. Hoy recuerda el episodio que desató esa puja abierta por la ética.
Un artículo publicado en 1976 denunciaba que había periodistas que recibían ‘doble sueldo’, es decir, no solo su salario en un medio, sino, por debajo de cuerda, dádivas de congresistas. Esa mañana hubo estupor en el gremio.
“Ese día había asamblea general del Círculo de Periodistas de Bogotá, y llegamos todos cargados de tigre, y divididos en dos grupos; había unos que sostenían: ‘¿Y cuál es el escándalo? Si a uno le pagan mal en un medio y es lo normal, por qué no va a tener uno derecho a ajustar su sueldo, ¿acaso los periodistas no podemos comer?’; los otros, diciendo ‘¿cómo así? esto tira la credibilidad del gremio por el suelo’, y estábamos irreconciliables. Luis David Peña, el presidente entonces, propuso: ‘Miremos qué dice nuestro código de ética’, y todo el mundo soltó la risa, porque en 30 años el CPB no había tenido la preocupación por tener un código de ética”.
Armaron entonces una comisión para escribir un proyecto de código de ética. “¡Y resultó que ninguno había leído un maldito código en su vida!”.
En ese proceso descifró, en compañía de sus colegas y gracias a sus estudios de Filosofía, que había que rehuirle a la idea de establecer un ‘tribunal de ética’, porque no hay mejor juez para la ética que uno mismo: “Somos éticos por naturaleza”.
Con ello han venido la cátedra y la compilación de datos y de ejemplos en torno al tema.
Uno de ellos, irónicamente sorprendente: “Me tocó un caso de alguien que copió un artículo mío y lo publicó. Yo no lo podía creer. Fue hace muchos años, no digo ni el nombre ni la publicación, por cierta compasión”.
El embrujo de la palabra
Han pasado 66 años desde aquel día en que Restrepo, oriundo de Jericó (Antioquia), y entonces seminarista, se enamoró del periodismo.
Él recuerda esa instantánea grabada en su mente –con una lucidez intacta– de cuando publicó una crónica que él y uno de sus compañeros habían escrito en el mural del Seminario de Manizales, con el título de ‘La bagatela’, acerca de las olimpiadas internas: “Recuerdo que nos metimos a una de las salas de mecanografía, donde estaban esas máquinas Underwood que sonaban como metralletas (...). Para mí, ese fue el momento definitivo: ver a todos los estudiantes apretujados para llegar a primera fila y poder leer lo que habíamos escrito fue una revelación, el poder de la palabra escrita y el servir a través de ella a una gente que tenía la curiosidad de leerla”.
“Ese asombro no se me ha pasado todavía”, agrega.
Se enamoró tanto de esta profesión que, siendo sacerdote, se enfrentó a la dualidad de los oficios, ante su insistencia de abrir y sostener publicaciones desde la Iglesia, algunas como la revista Cáritas, “que alguna vez horrorizó a Calibán, pues él veía en ella la pezuña del oso moscovita. Publiqué algo como 100 números, hasta que me la cerraron los propios obispos, pero ya hacía radio, televisión”.
Solo necesitaba un detonante para decidirse por el periodismo y dejar de jugar en las dos canchas.
Una pareja de jóvenes estudiantes de la Universidad Nacional le pidió que los casara y “yo tenía que pedir una licencia, pero (en la Iglesia) me dijeron: ‘Como usted vive dedicado al periodismo, no vemos por qué tenemos que darle una licencia’. Eso desbordó todo. Seguí jugando en este lado y no me he aburrido, es mi cancha”.
Entonces acudió hasta las mayores instancias posibles ante Roma para dejar su sacerdocio.
El maestro
Hoy, cuando llegan a él estudiantes de periodismo, así como profesionales, a hacerle consulta dice: “Los veo muy ilusionados, y eso es bueno y es malo, porque tienen mayores expectativas de lo que pueden llegar a encontrar, pero al mismo tiempo se trata de centrar su ilusión. Muchos quieren ser ricos y famosos, lo que denota una ausencia de conocimiento sobre el periodismo; esto no es para hacerse rico y, si acaso, algo de fama”.
Le preocupan la premura de los periodistas que no buscan esa excelencia y las condiciones en las que se desarrolla el oficio, pero también siente que ese entorno digital le está midiendo la temperatura a la profesión.
“El periodista que está acostumbrado a la rutinita esa del boletincito de prensa al que le cambia el título y ya, ese ya no tendrá mucho trabajo que hacer porque lo puede reemplazar cualquiera. Un verdadero periodista en este momento es el que trabaja para ser irreemplazable”, sostiene Restrepo.
A los medios les transmite un mensaje: “La noticia buena, la noticia de calidad, esa cuesta dinero”, e insiste en que no hay que ceder a la búsqueda de clics en internet: “Esa viene a ser la tiranía del lector. Uno está al servicio del lector, pero no bajo el mandato del lector. Una de las frases que tengo más gastadas, a fuerza de repetirla, es que el único amo al que uno respeta como periodista es su lector. Pero con esa anotación: el lector no puede ser el que dicte lo que el periodista tiene que hacer. El periodista busca aquello que sabe que le va a servir al lector; y si le sirve a él, le servirá a toda la sociedad”.
Pero no culpa a internet ni a la tecnología: “Es inocente, y los medios son inocentes. El (problema es que) periodista tiene más fuentes y no tiene que moverse de su escritorio, lo que me recuerda la anécdota de Pulitzer, que un día llegó a uno de sus periódicos de Nueva York y encontró a todos los redactores en sus escritorios, pegados a sus teléfonos. Llamó al director y le dijo: ‘Este no es el periódico que yo quiero, ordéneles que se vayan todos para la calle y que solo regresen cuando consigan una historia’. Internet le ha puesto todo en el escritorio al periodista, y ya eso de por sí es dañino, es un periodista que pierde el olor y la temperatura de los hechos, la relación con todas las personas”.
También llama a contemplar la importancia del tiempo, para pensar antes que publicar: “Con un botón, el periodista manda un mensaje o una fotografía al otro extremo del mundo. Ahí mismo desapareció el tiempo, y cuando desaparece el tiempo, desaparece el recurso indispensable para pensar. El periodista contempla el hecho que ocurrió enfrente, lo mandó con un aparatico, pero no tuvo tiempo para pensar por qué sucedió eso, qué consecuencias va a tener, cómo lo miraron las víctimas si las hubo. Desapareció la capacidad de pensar la historia si aplicamos la tecnología así”.
Eso es lo que más valora Restrepo de su momento actual, el hecho de tener tiempo para pensar desde el periodismo.
También el ayudar a su nieto con las tareas del colegio: “La última fue el mercantilismo del siglo XVI; qué tal eso, un chino de 13 años, pero los están despertando en ese sentido. ‘Abuelo, ¿qué tuvo de malo y qué tiene de bueno el mercantilismo del siglo XVI?’. Investiguemos. Y ahí se nos va el rato, haciendo tareas y refrescando conocimientos”.
A la pregunta sobre qué le diría a su nieto si le asegura que quiere ser periodista o, específicamente, estudiar Comunicación Social, afirma que “le diría que lo piense bien, y le ayudaría a pensarlo, investigaría con él cuáles son sus motivaciones. Si son muy leves, lo disuadiría porque otro periodista malo, no, ¡por favor! Pero si son motivaciones valiosas y me oye las mías, hasta lo alentaría”.
Sobre el premio
El Consejo Rector del Premio Gabriel García Márquez, que entregará la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano el próximo primero de octubre, decidió conceder a los periodistas Javier Darío Restrepo,por Colombia, y a la mexicana Marcela Turati este galardón.
Los dos están relacionados, como profesor y discípula. El Premio GGM se entregará en Medellín, con conferencias y eventos entre el 30 de septiembre y el 2 de octubre. Integraron el jurado Germán Rey, Mónica González, Jean-François Fogel, Jon Lee Anderson, Héctor Feliciano, Rosental Alves, Martín Caparrós, Sergio Ramírez, María Teresa Ronderos, Héctor Abad Faciolince y Joaquín Estefanía.
CARLOS SOLANO
Cultura y Entretenimiento


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