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lunes, 15 de mayo de 2017

“¡Ajohuma!” he’i Arquímedes: Hallazgos de franceses en un libro en guaraní del siglo XVIII

Fuente: ABCcolor

Posteado por Alex López-Rolón el 27-04-2017
Cuando era tan pequeño que aún podía caminar erguido debajo de la mesa tuve mi primer contacto con la injusticia y la crueldad. Una de las más terribles enfermedades neurológicas terminó por apagar la vida de Pedro, mi padre, después de una larga, dolorosa e inmerecida agonía.

Aunque dicen que el tiempo es el gran sanador, la historia de Pedro aún me duele en el alma, y al mismo tiempo me reconforta, me inspira y me llena de nostalgia por hasta los momentos que pudieron haber sido. Solo conozco retazos de la historia de Pedro. Cada fragmento recuperado de la memoria de los que le conocieron es una gran victoria sobre el olvido de una persona que merece ser más conocida.
La historia de Pedro es similar a la historia del país en el que le tocó nacer a él y a mi. La verdadera historia del Paraguay, que tampoco fue olvidada por la injusticia y la crueldad, está aún por ser contada en su totalidad. Debe ser reconstruida pacientemente apartando a los hechos de la ficción.
Un aspecto, víctima con frecuencia de un falaz mejunje que ni embellece cicatrices ni cura heridas históricas, es la diglosia paraguaya.
En caso de que el lector nunca haya estado en Paraguay o su contacto con el país haya consistido en un par de horas en Ciudad del Este luego de visitar a las Cataratas del Iguazú, permítame explicarle que la vida en Paraguay está permeada por el español (i.e. castellano) y el guaraní, pero la primera al ser la lengua del colonizador goza de mayor prestigio, a pesar de que la segunda es la lengua de la mayoría. Es un fenómeno que podemos observar no solo en Paraguay sino en muchos otros países y es emblemático de la profunda desigualdad que siempre ha caracterizado al Paraguay.
Los defensores de esta diglosia argumentan que el guaraní embrutece, que no es un idioma que se preste a ser usado en las aulas para la enseñanza. No se puede filosofar, hacer ciencia o tecnología en guaraní. Para eso está el español plantean como si mencionasen un truismo.
Hoy en día, a diferencia de la época de mi abuelo materno Don Casimiro que prohibía a su progenie hablar en guaraní, se ha vuelto políticamente incorrecto el confesar tan claramente adherencia a la vergonzosa diglosia paraguaya, pero el hecho de que el guaraní no sea idioma de instrucción de ninguna institución educativa y que no sea una lengua de trabajo del estado es prueba suficiente de que la diglosia obviamente sigue existiendo.
Los psicólogos sabemos, primero, que no existen lenguas más brutas que otras y que cualquier lengua puede ser usada para las actividades académicas más exigentes. Es cuestión de proponérselo colectivamente, de exigirlo al estado sin aceptar “no” como respuesta. Segundo, la diglosia paraguaya es una suerte de “profecía autocumplida”, es decir, como se decidió que el guaraní no puede ser un 
idioma “culto” no se intenta darle ese carácter y como resultado la diglosia sigue siendo parte de la vida cotidiana del paraguayo.
“¡Ajohuma!” he’i Arquímedes
Irónicamente para encontrar la primera evidencia histórica que refuta la tesis de los apologetas de la diglosia paraguaya tuve que ir a una serie de charlas en el afamado Instituto de Estudios Avanzados de Paris (IEA). Afortunadamente las voces clamantes a las que tuve el placer de conocer viven en Paris y no en el desierto.
En el marco de un interesante taller organizado en la IEA por la investigadora argentina Ana Carolina Hosne y la francesa Antonella Romano sobre la traducción de conocimiento en una escala global en Asia y las Américas del siglo XVI al XX pude asistir a dos ponencias sobre la traducción de libros producidos en las misiones jesuíticas del Paraguay. La primera fue dada por la conocida investigadora y docente universitaria francesa Capucine Bodin y la segunda por el doctorando Thomas Brignon. Gracias a la gentileza de Ignacio Telesca, también presente en el evento, pude conocer a Capucine, Thomas y a su colega Mickaël Orantin. Ellos forman parte de un proyecto patrocinado por el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS) llamado „Lenguas Generales de América del Sur (LANGAS)“.
LANGAS estudia documentos en guaraní y quechua producidos durante la época colonial y el período inmediatamente posterior a la independencia de estas. La razón de este enfoque es simple. Históricamente se ha prestado poca atención a documentos en esos idiomas a pesar de que son obviamente una fuente riquísima e invaluable de información que puede ayudarnos a comprender mejor la relación entre los colonizadores europeos y los pueblos originarios de América del Sur, especialmente en lo que concierne al método e impacto del trabajo proselitista religioso de los jesuitas.
Trabajo proselitista que desde el punto de vista europeo era una „evangelización“. Término que implica en el contexto contemporáneo sudamericano ya profundamente cristianizado algo positivo pero que en mi opinión (no la de LANGAS) desde el punto de vista del indígena de aquellas épocas implicaba la forzosa destrucción y substitución sistemática de su sistema de creencias y valores tradicionales por el de los de los europeos. Algo que no habrá sido para ellos muy agradable que digamos.
Luego del cierre del taller en un barcito cercano Capucine y Thomas compartieron con Ignacio y conmigo uno de los asombrosos descubrimientos que han hecho gracias a LANGAS. Es la historia de un libro muy antiguo en guaraní en donde Arquímedes grita no “eureka” sino “ajohuma”.
Déjeme poner una silla más para usted alrededor de la mesa de este coqueto (ja’echupe) barcito parisino y hagamos algunas preguntas a Thomas.
Alex López-Rolón: Thomas contanos por favor la historia de lo que yo llamo el libro del “ajohuma” que debemos aclarar es una traducción al guaraní de un libro de contenido religioso que era tenido en alta estima por los jesuitas.
Thomas Brignon: Bueno, con respecto al texto del "ajohuma", es una historia un tanto compleja. Empieza en 1640 en Madrid, en el Colegio Imperial de los jesuitas. Aquel año, uno de los grandes docentes y eruditos de la época, Juan Eusebio Nieremberg (1595-1658), compone lo que se llama en aquel entonces un tratado para la reforma de la vida temporal o arte del buen morir (ars moriendi). Se titula “De la diferencia entre lo temporal y eterno” y es una obra extensa (5 libros para más de 500 páginas) que viene como celebración del primer centenario de la Compañía de Jesús. En esta obra voluminosa, Nieremberg propone una especie de método de autoayuda del siglo XVII: te enseña a relativizar los males de la vida temporal pensando en lo terrible que son los castigos eternos, y te insta a despreciar la vida para valorar la muerte y alcanzar la salvación. De cierta forma, es como un gran remake [adaptación] de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio [de Loyola]. Pero Nieremberg también es uno de los mayores eruditos de su tiempo, y le gusta muchísimo la cultura grecolatina : por eso quiere que su tratado sea refinado y culto y cita a un sinnúmero de personajes de la antigüedad : Sócrates, Platón, Aristóteles, Epicteto, Alejandro Magno, Séneca, Cicerón, Marco Aurelio, un montón de Césares... y Arquímedes. A menudo los evoca para criticarlos, pero también los elogia cuando proponen modelos de conducta ascéticos.
Alex: ¿Y qué hace Nieremberg con Arquímedes en su libro?
Thomas: Nieremberg explica que Arquímedes era un tonto, pues se entretenía todo el tiempo descubriendo cosas, mientras que al cuidar mejor de su alma hubiera podido ir al Paraíso y conversar eternamente con todos los grandes sabios de la historia universal teniendo además un saber absoluto compartido con Dios... La idea es criticar a un pagano y, al mismo tiempo, dar una idea de lo bueno que es vivir en el Paraíso si uno tiene preocupaciones intelectuales.
Alex: ¿Y porqué se traduce precisamente este libro de Nieremberg al guaraní en la época de las reducciones jesuíticas?
Thomas: Porque a principios de los años 1690 emerge una nueva generación de misioneros en el Paraguay jesuítico, que tienen una gran ambición: instalar un taller tipográfico en las reducciones y editar en guaraní. Eso se realiza a partir del año 1700 gracias a un tipógrafo austríaco, Juan Bautista Neumann, y a un español, José Serrano. Precisamente, este Serrano es quien tiene la idea de traducir a Nieremberg. ¿Por qué? Porque 60 años luego de ser publicado por primera vez, el libro “De la diferencia entre lo temporal y eterno” de Nieremberg se ha vuelto un gran best seller [un libro muy bien vendido] que se traduce a una decena de idiomas (latín, portugués, francés, italiano, inglés, alemán, holandés pero también gaélico, húngaro, iliriano, árabe, náhuatl, chiquitano, etc) y se lee en todas partes: en las casas, en la misa, en los refectorios de los jesuitas... Nieremberg se ha vuelto famoso y emblemático y todo el mundo conoce su obra. La idea al traducirlo es pues darle a la lengua guaraní cierto prestigio. Además, no se trata de cualquier edición pues se añaden más de cuarenta grabados, se dedica la obra al mismo Espíritu Santo y al general de los jesuitas de entonces, Tirso González. Con mi colega Mickaël Orantin encontré un ejemplar preparatorio de la obra en guaraní en el Vaticano, o sea que hasta mandaron un borrador a Roma. Se trata nada menos que del primer libro impreso en el Río de la Plata que se conserva hoy. Fue editado en 1705 en las misiones (se supone la de Loreto). Es realmente un hito, pues la imprenta en cuestión es la primera que se armó en América (las demás se habían importado de Europa) con madera, tinta y tipos locales. Tan sólo el papel era genovés, todo lo demás es "all american-made [todo hecho en América]" como dice el historiador jesuita Guillermo Furlong.
Alex: Considerando que los traductores inclusive tradujeron el grito de “eureka” de Arquímedes al guaraní y es así que encontramos a Arquímedes en esta traducción al guaraní de la obra de Nieremberg gritando “ajohuma” en vez de “eureka [lo he encontrado]”, la traducción habrá sido muy precisa.
Thomas: Y bueno, estudiando el texto se nota que lo tradujeron muy fielmente: no sacaron casi nada y añadieron pocas cosas (pero muy interesantes). Se arrancaron los cabellos, me imagino, para traducirlo todo. De ahí el "ajohuma". También hay muchas cosas más: referencias a la Atlántida, a la espada de Damoclés, a muchos otros mitos antiguos, a los dioses de la antigüedad, a la actualidad europea, a China y a Japón... ¡Una locura! Pero lo más significativo es el esfuerzo para traducir conceptos filosóficos al guaraní. También se encuentran pasajes de Cicerón bastante lindos, y también cabe notar en uno de los primeros grabados una representación del universo siguiendo el modelo geocéntrico de Aristóteles, que lo pensaba todo como una sucesión de esferas. Algo fundamental: supuestamente lo tradujo todo el propio José Serrano [un español], pero hay muchas dudas al respecto. Es más probable que Serrano haya tenido el apoyo de un equipo de traductores guaraníes y que por lo tanto la traducción al guaraní haya sido una obra colectiva.
Alex: ¿Dónde podemos encontrar esta tan interesante traducción al guaraní?¿Hay algún ejemplar en Paraguay?
Thomas: Quedan muy pocos ejemplares porque es el primer libro rioplatense. Vale mucho dinero. En el siglo XX se conocían tan sólo tres ejemplares: uno en el Archivo Nacional de Asunción, que desapareció misteriosamente, uno en Buenos Aires en manos privadas y uno en Luján en el Complejo Museográfico Enrique Udaondo. Éste lo reeditaron en facsimilar para celebrar el Bicentenario de la Argentina. Sin embargo lo descubrimos más bien gracias a una colega del proyecto LANGAS, Cecilia Adoue, que fue a Luján a buscarlo y volvió con imágenes y también con fotos de un manuscrito de que estudia nuestro colega Mickaël Orantin. Capucine Bodin me entregó la copia y me puse a trabajar con ella. Nunca se había estudiado el texto en guaraní (y desde el siglo XVIII Nieremberg había caído en el olvido) o sea que nadie se había fijado en lo culto que era este texto. Supongo que había sido pensado para los indígenas porque hay indicios de eso. Por ejemplo, los nombres de animales que aparecen en la obra original fueron substituidos por animales de la fauna paraguaya. ¿Para qué darse este arduo trabajo si no era porque la traducción al guaraní había sido hecha para ser leída por indígenas guaraníes?
Alex: ¿Se sabe algo sobre como fue recibida la traducción cuando fue publicada por primera vez?
Thomas: Se sabe poco con respecto a la recepción que tuvo la traducción al guaraní “De la diferencia entre lo temporal y eterno” de Nieremberg cuando apareció por primera vez. Pero sí se sabe que los indígenas estaban al tanto y que había mucha expectativa. Se menciona en las licencias dadas a la obra el hecho de que mucha gente se preocupaba por la buena marcha de este proyecto. Sea lo que sea es una maravilla tipográfica, una hazaña lingüística y una genuina prueba del alto estatus del que gozó el guaraní jesuítico. Pero al mismo tiempo es una herramienta de occidentalización de las conciencias y un soporte para cierta "pedagogía del miedo" porque se les enseñaba a los indígenas a temer al Infierno y a pensar continuamente en la muerte. Claro que es un texto ambiguo para nosotros.
Alex: ¡Muchas gracias, Thomas!
Thomas: ¡Muchas gracias por difundir lo que hacemos!
* * * * *
¿Qué podemos concluir usted y yo? La conclusión obvia es lo que ya discutimos al principio. No hay ningún idioma más bruto que otro o más culto que otro. Lo crucial es que cultivemos y fomentemos un idioma para que pueda ser usado hasta para los fines más sofisticados. Más allá de esta importante pero obvia conclusión, la historia de esta traducción nos obliga a embarcarnos en lo que los psicólogos llamamos “counterfactual thinking” (pensamiento contrario a los hechos), es decir, a preguntarnos que hubiera pasado si la relación del Paraguay con el guaraní hubiese tenido otro curso histórico. Imagínese si se le hubiese permitido a los paraguayos escolarizarse en el idioma de su predilección, en el idioma que mejor entienden. Imagínese si los paraguayos de hoy en día exigiesen que Arquímedes les vuelva a gritar “ajohuma” desde las páginas de sus libros.
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Alex López-Rolón ( @xealleax ) es un psicólogo paraguayo formado en Japón (en japonés) en la Universidad de Chiba y especializado en neuropsicología cognitiva clínica y experimental en diferentes universidades, centros de investigación y hospitales europeos. Trabaja actualmente en Alemania como investigador del Departamento de Neurología del Hospital de Clínicas de la Universidad de Múnich.

 

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