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martes, 15 de marzo de 2011

Esto hay que leerlo!!!


Material elaborado por el gran Mario Rubén Velázquez, publicado ayer en La Nación. Felicitaciones a los compas que realizan esta importante labor conjuntamente con las víctimas de este veneno llamado "chespi".


“Reducción de daños”, alternativa para adictos a drogas duras como el crack
Un grupo de jóvenes trabaja en la zona de Bañado Sur, cerca de la ex Cateura, con adolescentes y jóvenes usuarios del “chespi”.


No divagan mucho sobre teorías sanitarias o líneas de pensamiento psicológicas. Ellos trabajan, en vivo y en directo, con la gente que se “dopa” con una de las drogas más duras, nocivas y mortales que entró en los barrios pobres para quedarse: el “crack” o “chespi” o “paco”... Mario Palacios y Rodrigo Rojas son dos jóvenes que, desde hace seis meses, se instalaron con otros jóvenes inquietos y solidarios en una casita del Bañado Sur para ayudar a la gente que sufre de abandono y miseria, especialmente niños, jóvenes y adolescentes. Mario estudia periodismo, Rodrigo es psicólogo. Ambos son los motores de la “Mesa de Chespi”, un grupo que integra a los adictos al crack para minimizar los daños que puedan causar su consumo abusivo y descontrolado.

“No hablamos de drogas sin hablar de desigualdad social; no hablamos de drogas sin hablar de desempleo, sin hablar de la juventud y sus problemas. No hablamos de drogas como un problema individual sino social, comunitario, que va a encontrar los caminos y las respuestas desde una lógica comunitaria y social”, dice Rodrigo Rojas.

-¿Qué es “reducción de daños”?
-Reducción de daños, si vamos a ir a una definición enciclopédica, es “reducir los daños asociados al consumo de drogas”. Pero nosotros de acuerdo a nuestra experiencia, a nuestra práctica, vamos construyendo también otras definiciones. Para nosotros reducción de daños no es atacar el consumo de drogas, no es quedarnos en el químico, en el consumo, sino es ver qué otras puertas, qué otros vínculos se pueden lograr entre el joven y la comunidad, entre el joven y el mundo.
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-¿Y qué hacen para lograrlo?
-Labor, alguna actividad productiva, arte, teatro, deportes. Solemos jugar voley con ellos. Hay algunos que se empiezan a enamorar de alguna chica del grupo. Eso es imposible en el mundo del consumo, porque el joven se conecta al mundo a través de la droga. O está drogándose o está buscando plata para conseguir su droga. Tal vez no podamos conseguir que todo el Bañado Sur deje la droga, pero sí podemos ofrecerle otras cosas, un espacio de entretenimiento, teatro, arte, cine callejero... No es que hacemos esto desde el asistencialismo o la caridad, sino que estamos hablando de los derechos.

-¿Por qué lo hacen ustedes?
-Porque esta juventud históricamente tiene vulnerados sus derechos, por compromiso social. Hacemos abordaje desde la salud y los derechos humanos.

-¿Quienes ayudan?
-“Mil Solidarios” es una organización que ayuda a los jóvenes en el sistema educativo, a través de textos escolares. Este aporte es uno más que hace “Mil Solidarios” en la “Mesa de Chespi”. Las monjas de Sagrados Corazones de Jesús y María también ayudan. Así como la organización APS.

-¿Qué alternativa es “reducción de daños”?
-Reducción de Daños es una alternativa sana al consumo del crack. El crack es una droga nueva que desintegró el tejido comunitario, desordenó la vida más de la que estaba desordenada. Entró con todo. Hay una mafia de guantes blancos que se ha de estar enriqueciendo día a día, no sabemos quiénes son. Están los microproveedores que tienen vía libre y a la Policía de cómplice; está la Policía que cuando aparece lo hace para obligarle a los jóvenes a robar, para torturarles física y psicológicamente, para encarcelarles, como ese caso en que llevaron a este chico a torturarle en la Comisaría 24. Eso es cosa de todos los días con ellos.

-¿Se integran los chicos?
-Claro. Todo es muy dinámico. A veces se avanza, a veces se retrocede. A veces en poco tiempo avanzamos muchísimo y en otros momentos se estanca. Con todos tenemos un vínculo de confianza y nos reconocen como aliados. Hay una confianza recíproca.

-¿Cómo avanzan a la segunda etapa?
-Después viene un trabajo con medicamentos. Agustín (Barúa, psiquiatra social) les provee medicamentos a quienes quieran dejar la droga. A veces no hay remota posibilidad de que el chico deje de consumir, entonces trabajamos con los familiares, con los vecinos. Porque el chico que está consumiendo está en una situación crítica, pero las mamás se enferman detrás de sus hijos.

¡Consumen desde los 10 años!

– ¿El crack genera violencia?
– Vos sabés que ese es un prejuicio que yo mismo tenía antes. Hay veces que un chico “fisurado” (necesitado de más dosis de la droga, que es altamente adictiva) tiene conducta apremiante para conseguir la droga, pero la mayoría de los chicos que conocemos están ahí sentados, quietos, juntando unas cuantas botellas para venderlas.

– ¿Se criminaliza al drogadicto?
– Sí, se lo discrimina y se lo ataca. Se lo relaciona con la delincuencia. Pero si vamos a hablar de delincuencia quiero concentrarme en el Congreso de la Nación. Y si vamos a hablar de violencia física y hostigamiento, hablaría de la Policía Nacional, y de corrupción, hablaría de los grandes mafiosos que venden la droga.

– ¿Cuál es la edad de los “usuarios”?
– Y varía bastante. Están los chicos de 10 u 11 años, hasta 16 ó 17 años hasta 30 años. Muchos son padres de familias que están metidos. Muchos son chicos o jóvenes que ya pisaron una vez la cárcel, pero que están trabajando con nosotros. Esto es un proceso bastante lento, porque es una construcción, pero nos sentimos realizados.

¿Instalaron para exterminar?

Al “chespi”, como llaman al crack en los barrios pobres de Paraguay, se lo llama también “matapobres”

– Dicen que el crack es una droga “matapobres”, que se instaló para eso, y de ahí que crece y se expande. ¿Es así?
– No me gusta mucho manejarme con teorías de complot o conspiraticias, pero en este caso creo que hay algo grande detrás. La marihuana, por ejemplo, que genera muchísimo menos daño a los “usuarios” no se consigue ya en los barrios, mientras que el “chespi” tomó la posta.

– ¿El crack mata?
– El crack mata en dos años. En Argentina, las madres contra el Paco hablan del crack como una “droga de exterminio”. Antes de que los chicos se organicen y luchen por sus derechos para cambiar las cosas, se los vuelven adictos y futuros cadáveres.

– ¿En donde empieza el tratamiento de “reducción de daños”?
– Empezó en Europa en los 90 y plantea el tratamiento de adictos, pero sin la abstinencia, sin dejar el consumo, sino reduciendo los daños que genera la droga. Lo nuestro es un collage, una síntesis entre reducción de daños con la organización popular, el abordaje comunitario desde una lógica territorial, que es diferente el de hacer trabajo con los niños en situación de calle.

– ¿Qué logros ven?
– Varios. Inclusive un chico de 16 años, que estaba muy metido con el “chespi” y dejó el colegio hace muchos años, ahora resolvió seguir sus estudios en la educación formal, y que nosotros estamos acompañando. Esas cosas nos estimulan.

– ¿Cuántos chicos son los que integran la mesa de “chespi”?
– Y varían entre 40 y 50 chicos. Depende de la ubicación geográfica. Los que viven muy lejos de acá, del “Centro 1811, Independencia Juvenil”, no pueden venir siempre. Entonces nosotros vamos a sus casas a visitarlos, a asistirles.

– ¿Y cuál es el rol del Estado en este drama?
– El Estado no existe para estos chicos. No existe. Y si existe es a través de la Policía. Otra cosa no hay. El Centro Nacional de Adicciones está saturado, tiene 20 camas, y el costo en pasajes es enorme, para los trámites de espera. Hay chicos en lista de espera hace meses. No hay un acompañamiento después de salir.

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