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miércoles, 28 de septiembre de 2011

El dilema de María (Sueños de una migrante)

María quedó quieta mirando el techo de su cuarto apretado, de tres metros por dos, que ocupaba en el sexto piso de aquel edificio en la refinada París. El Baño y la ducha eran compartidos por las otras personas que vivían en el mismo piso y eran empleadas, como ella. Un cuarto casi vacío, a no ser por una pava, una guampa y un paquete de yerba, junto a una pequeña placa eléctrica, que le servía para tomar su mate y correr al trabajo, en el segundo piso del mismo edificio. Había un pequeño televisor, que casi nunca lo miraba porque no entendía mucho el idioma en la que hablaban. Mal podía hacerse entender en su español paraguayo, con su patrona española. Tenía un pequeño computador portátil y podía conectarse a internet para escuchar las emisoras de Paraguay saber las noticias en el día, oír el son de  sus polcas favoritas y alguna que otra cachaca de moda, tenía amigas y amigos paraguayos y paraguayas, con quienes se reunía los domingos, su único día libre, para degustar sopa paraguaya, asados a la parrilla y unas latitas de cerveza.
Tres años atrás decidió dejar su Caaguazú natal, su casa, a orillas del Arroyo guazú, en Repatriación, rodeada de un jardín, llena de rosales, “Raido Sombreros” y margaritas. Una cerca viva de “Ligustrina” rodeaba el frente de la casa. María dejó en libertad a su pensamiento para volar hacia su pueblo, imaginó a su madre lavando ropas a la orilla del Arroyo, talvéz pensando en ella. Gracias a Dios que ya podían tener aquel aparatito llamado celular, por el que podía comunicarse con su madre las veces que podía. Una vez al mes, María le enviaba una parte de su sueldo, para que su madre no necesitara trabajar en casas ajenas o en la dura tarea de la chacra para mantenerse. 200 Euros por mes (la mitad del sueldo que María percibía) ya era más que suficiente para que su madre viviera sin lujos, pero sin aprietos.
María estaba ahorrando para comprarse un terreno, al lado de la de su madre, para construirse su propia casa. Con sus treinta años cumplidos, ya necesitaba tener algo suyo, para eso dejó su tierra natal. Hizo un préstamo (que terminó de pagar en casi dos años) para venir, y sobrevivir mientras no encontrara trabajo, lo que, gracias a Dios, no fue por mucho tiempo.
En menos de seis meses encontró un trabajo fijo, antes solía reemplazar a otras amigas por lo que percibía unos quince o veinte euros al día (uno o dos en la semana) viviendo en cuartos compartidos con otras compatriotas, durmiendo en el piso. Su actual patrona, lo primero que le dio fue la habitación extra que poseía en el mismo edificio en el que vivía en el centro de París, generalmente utilizado para albergar a la servidumbre. Ella no pagaría alquiler, ni luz ni agua. Incluso la comida le saldría gratis, ya que cuidaba de una persona anciana y los gastos de la casa estaban controlados por la hija de la dueña de casa, que vivía en el mismo edificio, pero en apartamento separado. La patrona se encantó con María, ella era muy cariñosa, atenta y conversadora, condición esencial para cuidar de personas ancianas.
Pero volvamos al pensamiento de María. Estaba bastante preocupada, la noche anterior  había llamado a su madre y ésta le dijo que estaba un poco enferma. Lo de “poco” en boca de su madre, era más para no preocuparla demasiado, pero también significaba, intrínsecamente, un pedido de AUMENTO en el envío de dinero. María pensó en pedir un permiso para ir a Paraguay, pero también pensó en dos detalles importantes: Si se iba tendría que gastar casi 1.500 Euros en pasajes de ida y vuelta y además corría el riesgo de no poder volver a entrar al país, con lo cual perdería su trabajo. También pensó en ir a quedarse con su madre, con el dinero que tenía podía ir a trabajar en la venta de cualquier tipo de mercaderías, o abrir un salón de bellezas, era su sueño, pero quería juntar algo más de dinero, para comprar el terreno y hacerse de casa propia. Añoraba a su madre, sus amigas pero también necesitaba trabajar un poco más. En suma y en definitiva, María debe quedarse, enviar un poco más de dinero a su madre y luego pensar en volver a Paraguay.
Pero bueno, casi todas sus amigas, que también estaban en París, pasaban por  lo mismo. Era el drama de los y las migrantes que dejaron sus tierras y sus familias, en busca de sus sueños.

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