A nadie le gusta hacer el papel de abogado del diablo; es odioso, pero alguien debe hacerlo. Además en el fondo en el fondo de cada uno siempre hay un abogado del diablo que todo lo contraría, solo que no lo expresan por temor a ser ridiculizados. Así de sencillo.
Lo que despertó a mi “Indio dormido” fue la implementación de la campaña “Una computadora por cada alumno” en Paraguay.
Colocar esa “maquinita” casi indispensable hoy en la vida de todo ciudadano o ciudadana, a disposición de alumnos para su “progreso escolar”. Me encanta la idea y me imagino la carita de feliz que irá a poner el alumno que se vea “agraciado” con tan preciado “juguetito” en sus manos sintiéndolo suyo. Pero, he aquí el problema, si la idea es mejorar el currículo escolar ¿No era mejor comenzar por lo principal? Como mejorar el salario de los docentes, por ejemplo; luego eliminar la “costumbre” de que los docentes trabajen en varias instituciones en el mismo turno (diferentes horarios, por supuesto); promover la “gratuidad” de los seminarios de capacitación de los docentes, al menos para los que ya están con algunos años dentro de la docencia en ejercicio; para los nuevos nombramientos “exigir” un mejor currículo y “hacer en serio” un concurso de títulos méritos y aptitudes.
Nuestro problema en el bajo (yo diría menos que exiguo) aprovechamiento escolar en nuestro País se debe, ante todo, a la absoluta falta de “preparación” de los docentes. 97,5% no tiene la menor idea de la materia que desarrolla, por ejemplo: es docente en filosofía pero desconoce el “movimiento filosófico”, es profesor de historia pero desconoce el trasfondo y el contexto de la Guerra de la Triple Alianza; esto es apenas una muestra. La peor, y más grave: Es docente en Comunicación (redacción, gramática y ortografía) pero no es capaz de redactar una miserable Nota oficial o un memorándum sin cometer, al menos, 10 faltas en 15 líneas de un párrafo.
Muy ligado a esto y hasta si se quiere aún más triste es el tema de alimentación de los alumnos, especialmente en las áreas rurales así como los de las escuelas de los barrios marginales, hay chicos que solo tienen un pedazo de mandioca, o una galleta, con un cocido a la mañana y, quizás, un plato de “caldo” casi vacío de nutrientes y calorías al mediodía, porque en la casa son muchos y hay que hacer rendir la “comida para todos”. Entonces, en este escenario, me planteo la siguiente pregunta ¿no querrá el niño, o sus padres, vender o empeñar la computadora para comprar comida en casa?
Creo que fue, es y será, un proyecto un poco populista; en este caso, a mi modesto criterio, se ha dado un paso más allá de las medidas de nuestras piernas, se obviaron otros mecanismos muchos más importantes y necesarios.
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